Todo son vaquitas felices y cerditxs sonrientes, hasta que nos enteramos de que estamos pagando por la explotación, tortura y asesinato de lxs animales que nos comemos (o para obtener sus secreciones corporales) y que decimos “amar”. Esto es la disonancia cognitiva: nos sentimos incómodos por sabernos partícipes de esta violencia. Sin embargo, si decidimos seguirlo haciendo, a pesar de saber lo que conlleva, llevamos a cabo un proceso de desvinculación moral. Esto como mecanismo de protección que nos hace sentir menos culpables o sin culpa alguna. Todo esto a causa de y de la mano de las compañías y monopolios que se enriquecen gracias a la explotación animal - quienes utilizan ideologías como el especismo para justificar sus prácticas violentas.
Acompáñanos para hablar de disonancia cognitiva en la alimentación con Sam, Dianis y Poli. Sin duda un tema que no deja a nadie indiferente. 
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