Pedaleando Por El Condado De Terranova: Las Increíbles Aventuras Del Caballero Chuletón. Vol. 1

Por Paolo Mascherpa

Las increíbles aventuras del Caballero Cotoletta son una serie de cuentos infantiles ambientados en un lugar bucólico y en una época indefinida. Narran las peripecias del Caballero Cotoletta que, portando una armadura plateada y montado en una bicicleta, recorre el campo junto a su perrito Spyke, para ofrecer los más variados y disparatados servicios.


Las increíbles aventuras del Caballero Cotoletta son una recopilación de cuentos originales con toques humorísticos y soluciones ingeniosas a las dificultades que enfrentan los personajes. Cada cuento tiene un desarrollo completo e independiente, aunque forma parte de una narrativa que avanza con el paso de las historias. La frescura y ligereza de las aventuras del Caballero Cotoletta entretienen de forma irónica e inteligente, ayudando a transmitir valores como la amistad y el compartir.

• Idioma: Español
• Editorial: Tektime
• Fecha de lanzamiento: 1 ene 2025
• ISBN: 9788835483151

Vista previa del libro

Paolo Mascherpa

Cecilia Di Giulio

Pedaleando por el condado de Terranova

Las increíbles aventuras del Caballero Chuletón

Vol. I

Las increíbles aventuras del Caballero Chuletón

Pedaleando por el condado de Terranova – vol. I

Texto de Paolo Mascherpa – Ilustraciones de Cecilia Di Giulio

Edición: Alessandra Buschi

Traducción: Elizabeth Garay - [e-mail]

Publicado por Tektime – www.tektime.it

© 2025 – Todos los derechos reservados para el autor

Esta es una obra de ficción. Los nombres, los personajes, las instituciones, los lugares y los episodios son producto de la imaginación del autor y no deben considerarse reales.

Cualquier similitud con hechos, escenarios, organizaciones o personas, vivas o muertas, reales o imaginarias, es pura coincidencia.

Índice

LA DONCELLA RAPTADA

EL SOL ROBADO

CHULETÓN OLÍMPICO

LA CAPA INVISIBLE

LA PÉRDIDA DE LA MEMORIA

AGRADECIMIENTOS

BREVES BIOGRAFÍAS

LA DONCELLA RAPTADA

De vez en cuando, los campesinos veían a lo lejos una extraña figura recorriendo los caminos de tierra alrededor de sus campos. Un destello plateado o un ruido atraía su atención, entonces se ponían una mano en la frente y entrecerraban los ojos para mirar a la distancia.

Frente a una nube de polvo se veía a alguien dentro de una armadura de metal que de manera torpe movía rápidamente las piernas. A menudo, la figura y la nube pasaban y el ruido desaparecía, pero ese día ocurrió algo distinto.

«¿Quién es ese de allá?», preguntó curioso el viejo campesino al joven ayudante.

«No lo sé, pero levanta mucho polvo».

«Estará montando un caballo».

«Tal vez un pequeño pony, porque desde aquí no se ve».

«¿Pero oyes un clip-clop?».

«No, oigo un clinc, clinc».

«¡Santo cielo! ¿Cómo hace para moverse tan rápido?», exclamó el viejo jalándose la barba.

«No lo sé, pero creo que pronto lo sabremos porque viene hacia nosotros».

«Coge la horca, ¡rápido!».

Cuando apuntaron la horca contra esa ruidosa figura, esta se detuvo rodeada por la polvareda.

Una ráfaga de aire fresco limpió el aire y ante los campesinos apareció una armadura plateada montada sobre una bicicleta. Detrás, un perro movía la cola feliz.

Tranquilizados, los campesinos guardaron la horca, pero se quedaronboquiabiertos.

«Buenos días, amables señores. ¿Puedo molestarlos?», preguntó una voz proveniente de la armadura.

«No somos señores, sino campesinos. Dinos qué quieres», respondió el viejo.

«Soy el Caballero Chuletón y este es mi perro Spyke», y señaló al perrito blanco

con manchas marrones y verdes que movía la cola y olfateaba todo alrededor.

«¡Caballero Chuletón! ¡Ja, ja, ja!». El joven campesino estalló en una carcajada

estridente sin poder contenerse. «¿Y dónde está tu caballo? ¡Ja, ja, ja!».

«Aquí está mi caballo», clinc, clinc, clinc, respondió el Caballero golpeando una mano en el manubrio de la bicicleta.

«¡Por todos los santos! ¡Este holgazán se escapó de la casa de los locos! ¡Ja, ja,ja!», dijo el viejo jalándose aún más de la barba.

El Caballero Chuletón levantó la visera del yelmo y con sus grandes ojos verdes miró perplejo a los campesinos. Apenas quitó