Entre rejas
Por Samuel Camino
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Entre rejas - Samuel Camino
Libertad
Es lo que anhela el título de este libro y, sin embargo, esta obra está repleta de ella. Es la libertad la que habilita el movimiento, es el movimiento el que lleva a la experimentación, que a su vez deriva en experiencia, la cual se manifiesta de enriquecedoras maneras. Traen delirios de grandeza, aceleran el alma y nublan la razón: dejan dominar al corazón y este se incendia de nudos en el pecho, llenando de humo la cabeza. Esas son las rejas: Barrotes de hierro verticales delante de los ojos de un niño, que las agarra con manos de adulto y sueña con poder volar, como golondrinas que recorren sus brazos y se escapan entre ellas para emprender su camino al sol. Estas páginas son golondrinas. Estas letras son el vuelo entre rejas. La poesía, el músculo que las empodera y habilita la metamorfosis del metal que, suavemente mecido por el viento, (la mano izquierda de nuestro domador de versos), tambalea hasta vencer en estas líneas de tinta verticales cuidadosamente mimadas y sufridas por nuestro autor que, aunque parezca peligroso asomarse al interior, es ahí donde encuentra el poder para domar las tempestades y balancearse entre dulzuras, encontrando el equilibrio en el papel.
En el segundo título que nos trae nuestro poeta favorito, Samuel Camino, podemos apreciar su propia metamorfosis literaria. Siendo su primera obra un diario de diarios, esta se convierte en una clara expresión del alma, del corazón, de la pasión que siente el poeta por este noble arte.
Esta vez decide dominar sobre su ser y, casi de manera compulsiva, plasmar sus sentimientos en poesía con la intención de expresar certeramente lo que desea enseñar al mundo, mundo que lo recibe con dulzura y compromiso incluso sin saber qué va a encontrar entre estas páginas. Y es que un poeta atrae por su aura, y por ella apuestan ustedes, que han hecho posible este libro.
Disfruten, ¡a la salud!
FranHi
Introducción
Mis primeros recuerdos son de las Flores, un barrio malagueño donde, con cinco años, corría por sus calles. Por aquel entonces, mis padres me daban duros para ir a la tienda con los amigos a comprar patatas para conseguir los tazos de Pokémon; aquellos que evolucionaban eran impresionantes y novedosos, todos rezábamos para que nos tocaran. Algo se estaba moviendo a nivel social, de repente recuerdo estar en un banco cambiando pesetas por euros, mi padre decía que era un cambio a mejor, a mí me daba igual, siempre y cuando pudiera seguir comiendo patatas y sumar tazos.
Yo era un chiquillo nervioso, callado pero inquieto, con unas orejas algo desproporcionadas al que le encantaba bajar con sus amigos para corretear entre los naranjos, subir al pequeño monte a esconderse, pasarse las horas con el balón o montarme en mi bicicleta amarilla, pero lo que más me gustaba era cuando, allí mismo, en plena calle el 24 de junio de cada año se encendían los júas de San Juan y todos los vecinos de