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La alegría de ser familia: Recopilación de textos del Padre Kentenich
La alegría de ser familia: Recopilación de textos del Padre Kentenich
La alegría de ser familia: Recopilación de textos del Padre Kentenich
Libro electrónico462 páginas5 horas

La alegría de ser familia: Recopilación de textos del Padre Kentenich

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El libro de la Editorial Schoenstatt que el estimado lector tiene entre sus manos, es una extensa recopilación de textos originales del padre Kentenich sobre el matrimonio y la familia, muchos de ellos no accesibles hasta el momento al público hispanohablante. En él se abordan de forma transversal temas que, a pesar del tiempo transcurrido desde que fueron pronunciados por el fundador del Schoenstatt, no dejan de ser de actualidad.
Las sugerentes propuestas del padre Kentenich sobre formas específicas de espiritualidad matrimonial y familiar, sobre la educación de los hijos o sobre la sexualidad son solo algunos de los temas abordados con un lenguaje sencillo, directo, sin tapujos y aterrizado en la vida.
La lectura del presente tomo es capaz de persuadir al lector de cómo el padre Kentenich valoraba la vocación matrimonial y familiar como una genuina forma de vivir la alianza de amor con María y de cómo la consideraba un auténtico camino de santidad y realización personal. Estamos convencidos de que muchos matrimonios verán reflejadas su vida y aspiraciones en los valiosos contenidos de este libro y que se verán arrastrados a iniciar un camino de profundización desde esta auténtica escuela de vida que la hermana Gertrud Maria Erhard ha puesto a nuestra disposición con tanto acierto y generosidad.
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento13 oct 2023
ISBN9789567598717
La alegría de ser familia: Recopilación de textos del Padre Kentenich

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    La alegría de ser familia - Hna. Gertud

    PRIMERA PARTE
    I. CULTURA MATRIMONIAL Y FAMILIAR
    1. Hacerse felices el uno al otro
    2. Formamos una unidad
    3. Típicamente varón, típicamente mujer
    4. Crear cultura de familia
    5. Ideal de familia
    6. Las generaciones en la familia
    7. Allí se tocan el cielo y la tierra
    8. La historia de nuestro matrimonio como historia de salvación

    1. HACERSE FELICES EL UNO AL OTRO

    Tratemos siempre de nuevo de granjearnos cada uno el amor del otro

    Como esposo tengo que tratar de granjearme siempre de nuevo el amor de mi esposa. ¿Cómo fue que traté de conquistar su amor cuando nos conocimos por primera vez? Teniendo respeto por su personalidad. Tuve el coraje de mostrarme como una personalidad para despertar su respeto ante mi persona. Del mismo modo como en aquel tiempo no fui descuidado en mi comportamiento, tampoco debo serlo más tarde.

    Y, a la inversa, también la esposa tiene que procurar agradar siempre de nuevo al esposo. Basta con que reflexionemos cómo fue cuando nos conocimos, cómo la chica se comportó con el muchacho. Así es: tengo que saber qué es lo que a mi esposo le agrada en mí como mujer, qué ropa o qué modo de darme.

    De la misma manera como todo amor debe cultivarse, así debe cultivarse también el amor conyugal. Si durante la vida entera o durante el día no cultivo en general el amor conyugal, si no cultivo la unión interior, entonces el amor no puede crecer.

    J. Kentenich, 13 de febrero de 1961, en

    Am Montagabend, t. 20, 102 s.

    Amor desinteresado

    ¿Qué queremos regalarnos como cónyuges el uno al otro a través de la mutua entrega del cuerpo? […] Queremos hacernos felices el uno al otro.

    Por favor, no lo olviden: no solamente queremos regalarnos y permitirnos el uno al otro el placer sexual, sino hacernos felices el uno al otro, hacernos felices de persona a persona…

    Por lo común, al comienzo del matrimonio queremos ser felices en la posesión del cónyuge. El otro también ha de ser feliz, pero en primer plano está la propia felicidad. Yo quisiera llegar a ser feliz en la posesión de mi esposa o de mi esposo. Cuando nuestro amor matrimonial se desarrolla, o sea, cuando no permanece detenido en el primer estadio, tarde o temprano tiene que estar pasar a primer plano el que yo retroceda, que esté principalmente para hacer feliz al otro […].

    ¿Qué presupone esto? […] Presupone que ambos cónyuges traten constantemente de granjearse la correspondencia de amor del otro. O sea, la esposa tiene que tratar siempre de granjearse el amor del esposo, y el esposo tiene que tratar siempre de nuevo de granjearse el amor de la esposa […].

    ¿Cómo trata la esposa de granjearse el amor del esposo? No solamente por el hecho de ser encantadora, de que, por ejemplo, en su vestimenta se muestre como al esposo le gusta verla, sino que tiene que ser tan madura como para regalarle siempre al esposo un cierto reposo, un cobijamiento en su corazón […].

    ¿Y cómo trata el esposo de granjearse el amor de la esposa? Por encarnar él de la manera más perfecta posible la idea de esposo, no la idea del aventurero sexual. ¿Qué tiene que hacer él? Representar el ideal de un esposo desinteresado, vigoroso, caballeroso. ¿Cómo lo hizo el esposo [cuando se conocieron] […]? Así tiene que hacerlo también ahora. Y, desde luego, el esposo tiene que tener tiempo también para cultivar el amor con la esposa. Pero también tener tiempo para cultivar el amor a los hijos […].

    A través del matrimonio hemos llegado el uno al otro para hacernos felices mutuamente […] y para perfeccionar el amor mutuo […]. [Eso incluye también], por ejemplo, el modo en que soporto los defectos de mi cónyuge, o el modo en que advierto a mi cónyuge de sus unilateralidades, de sus debilidades, o si conservamos el respeto recíproco a pesar de que a menudo nos percibimos tan terriblemente el uno al otro en nuestras debilidades.

    Solo un grado muy alto de amor, un amor perfecto, podrá soportar de esa manera las situaciones recíprocas. Ya ven ustedes hasta qué grado llega la educación del amor en el matrimonio […].

    El amor conyugal se corona a través de una fidelidad inconmovible. […] Esta es la más cuidadosa preservación límpida, la más vigorosa comprobación y perpetuación del primer amor […].

    La infidelidad no consiste solamente en que yo tenga una relación con otro hombre, con otra mujer. No: también hay una infidelidad en el hecho de que yo deje de entregarle al otro mi corazón de forma totalmente desinteresada, de que no tenga más tiempo para el otro, de que solo me dedique a mis ocupaciones predilectas, tenga más interés por todo lo demás que por mi esposa, por mi esposo y por mis hijos…

    ¿Qué queremos profundizar? Nuestro amor conyugal.

    J. Kentenich, 20 de febrero de 1961, en

    Am Montagabend, t. 20, 120 ss

    2. FORMAMOS UNA UNIDAD

    Cultivar el amor

    El primer amor surgió sin que hayamos hecho nada para ello. Es un misterio cómo de pronto se despierta el amor. Y aunque hubiésemos jurado que no nos casaríamos […], es un misterio el modo en que se despierta el amor. Pero, más allá de ello, una vez que el amor se ha despertado, hay que cultivarlo. Aunque el amor surge por sí solo, no crece por sí solo. También tenemos que cultivar el estar interiormente uno en el otro. Tenemos que cultivar la fuerza unitiva del amor.

    J. Kentenich, 4 al 8 de septiembre de 1950, en Uns gesagt. Exerzitien fur Schönstattmütter, 54

    ¿Cómo debe ser la alianza matrimonial?

    Debe ser una alianza perfecta de amor,

    una alianza perfecta de sacrificio,

    una alianza perfecta de alegría y

    una alianza perfecta de victoria. […]

    Cuando estuvimos de rodillas como hombre y mujer ante el altar dijimos también: no quiero reconocer a ningún otro hombre más que a este por esposo, a ninguna otra mujer más que a esta por esposa. Fue una decisión clara. Dijimos no a todos los demás hombres, a todas las demás mujeres. Solo reconozco a UNA mujer, a la que pertenezco por entero; a UN hombre, al que me entrego por entero. […]

    Nos decidimos de nuevo el uno por el otro. Podrán otros hombres ser más fuertes, más ricos, más diestros: yo reconozco solamente a UN hombre. Podrán otras mujeres ser más bellas, más atractivas, más amables: yo reconozco solamente a UNA mujer. Ambos nos pertenecemos mutuamente hasta el fin de la vida. Esto suena tan sencillo y [, sin embargo,] es algo extraordinariamente grande […].

    J. Kentenich, 16 de junio de 1958, en

    Am Montagabend, t. 9, 197 s.

    .

    Como esposos no necesitamos buscar ningún [sacrificio] especial. ¡Santo cielo!: desde la mañana temprano hasta tarde en la noche tenemos muchísimas ocasiones para ofrecer sacrificios el uno por el otro. Por ejemplo, el modo en que soporto los defectos de mi cónyuge, o el modo en que advierto a mi cónyuge de sus unilateralidades, de sus debilidades, o si conservamos el respeto recíproco a pesar de que a menudo nos percibimos tan terriblemente el uno al otro en nuestras debilidades. Solo un grado muy alto de amor, un amor perfecto, podrá de soportar de esa manera las situaciones recíprocas

    J. Kentenich, 20 de febrero de 1961, en

    Am Montagabend, t. 20, 123

    El uno lleve la carga del otro

    El amor crea una biunidad interior. Pero como todos tenemos nuestras cualidades propias y nuestros malos hábitos, hay situaciones, etapas de la vida, en las que querríamos salir escapando uno del otro.

    Por ejemplo, en mi esposa no puedo soportar tal cosa; mi esposa no puede soportar tal modo de ser mío. Verán: el amor verdadero aprende a soportar el modo de ser propio, las debilidades del otro. San Pablo lo dijo a su manera, con mucha sobriedad: el uno lleve la carga del otro. ¿Qué significa la carga del otro? Esto presupone que el otro también siente sus debilidades. Le gustaría modificarlas y no puede. Esto significa soportarse mutuamente. Concretamente, el amor verdadero consiste esencialmente –más aún, en gran parte– en que, cuando el primer atractivo, el primer aroma, han desaparecido, cada uno sobrelleva y soporta al otro. Lo que Pablo dice aquí: el uno lleve la carga del otro, es una consecuencia obvia del auténtico amor mutuo, que, en última instancia, se funda en Dios […].

    El verdadero amor tiene también el coraje de advertir al otro en la forma que corresponde acerca de sus defectos. Creo que un amor conyugal cálido es impensable a la larga si no se tiene el coraje de advertirse también mutuamente acerca de defectos.

    Desde luego, no se debe esperar que el otro se quite su defecto. Cuando se está siempre uno junto al otro, cuando se vive y respira día y noche uno junto al otro, se experimentan también las debilidades que tiene el otro. Si esas debilidades se dejaran superar tan fácilmente, cada cual tendría la fuerza para superarlas. Pero eso está tan arraigado en la naturaleza que con determinadas debilidades tendremos que lidiar hasta el fin de la vida. Por eso, por un lado, tenemos que tener el coraje de soportarnos mutuamente, pero también el coraje de llamarnos mutuamente la atención de la forma que corresponde; y, por último, tener paciencia uno con otro […].

    Sin embargo, los que llevamos ya tanto tiempo casados tenemos que recordar qué importante es el amor que sobrelleva y soporta. Años atrás hablamos muy extensamente sobre todos estos problemas. En aquella ocasión nos grabamos una definición de familia formulada por Adolfo Kolping. ¿Qué es una auténtica familia? El hogar de un amor heroico con el que se sobrellevan y soportan unos a otros. ¿Qué es lo que se enfatiza aquí de forma especialmente concreta? Aquello que hace tan difícil el amor, que hace difícil también la convivencia, pero que hace también tan fecundo el estar uno junto al otro y en el otro.

    J. Kentenich, 13 de enero de 1964 en

    Am Montagabend, t. 29, 217 ss.

    3. TÍPICAMENTE VARÓN, TÍPICAMENTE MUJER

    Es a través de la observación de la vida y de innumerables conversaciones pastorales con mujeres y hombres que el P. Kentenich llega a colocar acentos cuando habla sobre los sexos. Así, cuando en los textos que siguen se afirma que la mujer es de tal forma y el varón de tal otra, que la mujer piensa de tal forma y que el varón actúa de tal otra, no se está queriendo comprimir sin más a los muchos miles de millones de personas en dos patrones universales. Se trata más bien de registrar una tendencia, de una tipificación: el tipo en sí no circula por ahí en la realidad concreta. Se trata de acentos, de centros de gravitación dentro de la constitución anímica del varón y de la mujer. No se trata de alternativas excluyentes, sino de un «plus» en determinadas cualidades.

    Ahora ven ustedes las contraposiciones, pero pueden decirse, también: estas demarcaciones se entrecruzan. Es difícil decir «hasta aquí» o «hasta allí». Si ven las cosas con claridad, no tendrán que decir: mujer y varón, sino principio femenino y principio masculino.

    J. Kentenich, 22-24 de mayo de 1934, en

    Marianische Erziehung, Pädagogische Tagung, 210

    Solo estoy tipificando. Hay varones que son más mujer que varón y mujeres que son más varón que mujer.

    J. Kentenich, 28 al 31 de mayo de 1931, en

    Ethos und Ideal in der Erziehung, 147

    Pero ¿dónde reside en cada caso la fortaleza y la debilidad de mi cónyuge? Hemos comenzado a trazar grandes líneas, líneas generales. No hemos entrado tanto en los detalles ni hemos dicho: ahora –por ejemplo, señor tal o señora cual– te voy a escribir un «espejo» de tus características. No: queremos exponer el tipo del varón y de la mujer. Ustedes mismos tienen que comprobar allí qué es lo acertado en su propio caso. Hemos puesto de relieve muy en general cuatro diferencias:

    1) Una diferencia en el pensamiento,

    2) una diferencia en la conducción

    3) una diferencia en la entrega,

    4) una diferencia en la concentración […]

    Tengo que reiterarles una y otra vez la petición de que no solamente escuchen esto, sino que después procedan también a comparar.

    Diferencia en el pensamiento: formas de pensamiento

    El pensamiento masculino es piramidal. En lenguaje popular dijimos que se trata de un «pensar en bloques». Este pensamiento asciende pieza por pieza, una pieza se coloca sobre la otra.

    Y la mujer piensa de forma circular. Ella abarca de inmediato a toda la persona, abarca íntegramente a la persona entera, al otro por entero. Se lo llama pensar intuitivo, es [un pensamiento] que contempla: contemplo el interior y capto así a la persona.

    El varón es por naturaleza más bien así: coge pieza por pieza, las apila y piensa: ¿cuadra esto ahí, cuadra esto ahí, cuadra esto ahí? Después viene [y dice]: sí, así es.

    La mujer sabía ya desde el comienzo lo que el varón llega a saber después de seis semanas […].

    ¿Qué se sigue de esto? Supongan, por ejemplo, que, como varón, tengo que reflexionar sobre alguna cosa. Entonces no diré: ¡mujer, tú no entiendes nada de este asunto! […] No: me esforzaré por escuchar lo que ella piensa. Ahora bien, naturalmente, en nosotros, los varones, la cosa es tal que a menudo no podemos seguir la forma de pensar de la mujer. Pero aunque no pueda seguirla, me digo después: tienes que pensar si no hay algo de verdad en ello. De ese modo tenemos que complementarnos en el pensamiento, en la planificación, en las decisiones. Tienen que hacer la prueba alguna vez. Se admirarán de cuánta alegría experimentarán el uno por el otro.

    A la inversa, la mujer no debe decir tampoco: ¡hombre, tú no entiendes nada! No: se trata de reflexionar, de sopesar [juntos].

    Diferencia en la conducción: estilo de liderazgo

    ¿Cómo conduce el varón la familia y cómo lo hace la mujer? Pienso que casi podría expresarlo así: el hombre lo hace con la cabeza y la mujer, con el corazón. Pero ambas cosas van juntas. No deben decir: el varón tiene que hacerlo solo. A la cabeza debe unírsele también el corazón. Puedo expresarlo así: el varón dirige por medio de disposiciones y la mujer, por el amor. Ahora tienen que considerar la vida práctica. Desde luego, las cosas pueden ser distintas […]. ¿Cómo es posible complementarse mutuamente? En la mayoría de los casos es así: el varón dirige y puede también ser muy duro en sus disposiciones; y, en las pequeñas cosas, el varón se las arregla rápidamente con las cosas de la vida. La mujer a menudo se preocupa por ello. Pero cuando vienen golpes duros, normalmente es la mujer la más resistente […].

    Una mujer que despliega realmente sus aptitudes de forma normal es un enorme consuelo para el varón en una grave aflicción y, en una situación semejante, es también capaz de dirigir el corazón del varón con toda discreción. ¿Comprenden lo que significa? En las pequeñas cosas la mujer se pone a menudo insegura, pero en las situaciones graves es enormemente resistente.

    Miren: no solamente tienen que ser una sola carne, [sino también] un solo corazón, una sola cabeza, complementarse mutuamente.

    Diferencia en la entrega: la dimensión relacional

    Aquí reside una diferencia muy esencial. Cuando la mujer se entrega, se entrega por entero. O sea, en el matrimonio la mujer se entrega por entero al varón. Y normalmente el varón tiene una disposición tal que solamente regala algo de sí mismo. Digo que la diferencia está presente por naturaleza. Ahora, mi autoeducación tiene que ayudar a que yo cambie como varón.

    Por eso una mujer noble es un regalo enormemente grande. Ella se entrega simplemente por entero, no tiene en cuenta otra cosa más que al otro y puede hacer sacrificios hasta el extremo. Pero son sacrificios que el varón muchas veces ni siquiera ve. El varón, en general, está más fuertemente predispuesto al disfrute. Tipificando se lo expresa muchas veces de la siguiente manera: antes del matrimonio, la chica dice: quiero ver si puedo hacer feliz a mi futuro esposo. Y el muchacho dice: ¿llegaré a ser feliz en el matrimonio? ¿Comprenden la diferencia? Pues bien, ahora ambos tienen que cultivar su modo de ser y complementarse. […]

    Para mí como varón es muy importante que comprenda a mi mujer. Y en la mayoría de los casos no la comprendemos. Nuestra mujer se nos entrega por entero, no solamente con la cabeza. Ella quisiera entregarnos también el corazón, quisiera entregarnos todo lo que tiene. No puede imaginarse que yo como varón tenga una forma distinta de ser, y eso trae consigo graves decepciones en la vida de una mujer cuando nota por primera vez: mi esposo quiere el placer, pero no me quiere a mí. Como ven, mantener la línea cuesta sacrificios heroicos de ambas partes […].

    Diferencia en la concentración – relación con las cosas

    Ahora viene una cuarta diferencia: la diferencia en la concentración. En la práctica ocurre así: por naturaleza, el varón tiende a aficionarse a una sola cosa. Por ejemplo, soy carpintero, o lo que sea; tengo una fábrica o tengo un pasatiempo: estoy aficionado a él. ¿Lo comprenden? El varón puede entregarse de tal modo a ese tipo de cosas que no mira más allá.

    Una mujer que ha permanecido sana –tengo que decirlo siempre– tiene por naturaleza una predisposición diferente. Podrá estar aficionada todo lo que se quiera a su trabajo […], pero, por naturaleza, siempre quiere mirar más allá del trabajo. Por naturaleza la mujer no se contenta tan fácilmente con las cosas naturales, en ella es más fuerte el impulso hacia lo religioso, hacia Dios. La mujer está más fácilmente inclinada a establecer la relación con Dios, y lo terreno no la contentará tan fácilmente como puede ser el caso en el varón […].

    Más aún, también puede ser que digamos: «pero ¡santo cielo!, ¡qué cosas ha dicho el padre! Yo soy un varón, pero en mi caso se verifica todo lo que él dijo sobre la mujer». [Sí.] Pero puede ser también al revés. Por eso digo que he tipificado. He expuesto en un caso y el otro el ideal, pero, en la práctica, esto a menudo se fusiona, se convierte en una unidad.

    Gestión de conflictos matrimoniales

    Y allí tenemos que cuidar de que hagamos un examen cuidadoso. Por ejemplo, si tenemos dificultades, un conflicto matrimonial, y hay de nuevo tranquilidad y el mar está tranquilo, entonces tienen que hacer un examen retrospectivo: «¿Lo ves? En tu caso la cosa de así, y en el mío era así». Entonces, [el conflicto] no es terrible. ¿Saben?, los conflictos matrimoniales son los que hacen que el matrimonio sea tanto más benévolo, sano y feliz.

    Desde luego, no debe suceder que, después, a uno se le suban los humos a la cabeza y diga: solamente yo tengo razón, tú tienes que cambiar. No: recuerden la antigua imagen del viejo Platón que les presenté al comienzo: según esa imagen, el hombre y la mujer eran originariamente un único ser, físicamente un único ser. Es como si después los hubieran separado mediante un corte, y ahora pujan por ir de nuevo el uno hacia el otro. Así tiene que ser también con nosotros: el esposo y la esposa somos moralmente una unidad, somos una sola cosa. Mi cabeza y tu cabeza dan por resultado una sola cabeza. Mi corazón y tu corazón son un solo corazón. Mi mano y tu mano son una sola mano. Mi pie y tu pie son un solo pie.

    ¿Comprenden lo que se está queriendo decir? Tengo que preguntarlo siempre de nuevo, porque hoy estas cosas se nos han hecho muy extrañas. Así es, a trancas y barrancas pasamos a través de todos los conflictos matrimoniales. Si nos comprendiéramos un poquito mejor el uno al otro, también nuestro amor, a medida que nos vamos haciendo mayores, se haría tanto más entrañable, cálido y fructífero. Naturalmente, el enamoramiento después se acaba, la vida es demasiado dura. Pero el amor verdadero permanece y se hace cada vez más profundo.

    J. Kentenich, 3 de febrero de 1958, en

    Am Montagabend, t. 7, 297 ss.

    Vivencia de padre y de madre

    Si queremos renovar nuestra comunidad cristiana tenemos que renovar nuestra familia, tenemos que crear un movimiento de familias, preparar lentamente a nuestra juventud para que utilice toda su fuerza vital para formar y plasmar la vida según la imagen de la Sagrada Familia. Si se cuenta con una verdadera y noble vivencia natural de padre y de madre, la vida psíquica subconsciente, instintiva, tendrá una buena predisposición. Esto no deben subestimarlo nunca hoy en día. El saber intelectual podrá ser bueno y valioso, pero hoy en día no se estimará nunca en demasía este estar captado y colmado por una vivencia que alcanza hasta la vida subconsciente, instintiva.

    Vivencia de padre: seguridad

    Es decir, cuando un niño está verdaderamente encariñado con su padre, se graba en el corazón, en el subconsciente, una seguridad instintiva de la vida psíquica.

    Vivencia de madre: cobijamiento

    Con una verdadera vivencia filial y de madre se graba en el corazón la vivencia del cobijamiento. Y esto es importante para el ser humano en un tiempo tan extremadamente confuso, desvalido y e inseguro. En efecto, lo característico del tiempo actual reside en una múltiple inseguridad y descobijamiento.

    No nos resulta difícil comprender cómo, según la ley de la transferencia de sentimientos, una seguridad instintiva semejante se traslada también al Padre Dios, un cobijamiento instintivo, a la Santísima Virgen y, con ello, nuevamente al Padre Dios. Todo esto es doble y triplemente posible si se logra al mismo tiempo clarificar el entendimiento y agregar a la vivencia natural de padre y de madre una imagen de padre y de madre clarificadas.

    Quien comprenda este conjunto de cosas tiene ante sí todo un programa de reforma, un gran programa de educación cuya realización probablemente llenaría toda nuestra vida.

    J. Kentenich, 1951, en

    Dass neue Menschen werden, 100 s.

    4. CREAR CULTURA DE FAMILIA

    Después de la Segunda Guerra Mundial, el P. Kentenich emprendió viajes a Sudáfrica y a América del Sur y del Norte. En 1948 escribió desde Brasil una carta al Movimiento de Familias, que se había reunido para una gran jornada en la Casa de la Alianza, en Schoenstatt, Vallendar. La carta estaba dirigida al que por entonces era el responsable de esa rama, P. Johannes Tick. Más tarde se la denominó «Acta de Fundación de la Obra de Familias», pues en ella se resumen los fines de Schoenstatt en aplicación al matrimonio y la familia.

    Carta de Santa María - «Acta de Fundación del Movimiento de Familias»

    Caritas Christi urget nos [«El amor de Cristo nos apremia»].

    Santa María, 15 de abril de 1948

    Es bueno que una vez más se haya reservado usted los días de Pentecostés. Así se condice con la dignidad y la importancia de la obra para la cual está siendo utilizando como instrumento.

    Si ya es difícil como persona individual dejar que la gracia domine sobre uno mismo, parece casi imposible constituir una familia según el modelo de la Santísima Trinidad o de la Sagrada Familia de Nazaret. Siempre ha sido así. Pero el tiempo actual, que empuja en todas partes al desarraigo de todas las circunstancias de vida, muestra con la mayor fuerza sus efectos devastadores en el santuario de la familia. Si la Santísima Virgen quiere formar y plasmar desde Schoenstatt una sociedad humana nueva y un nuevo tipo de hombre, necesariamente tendrá que concentrar todo su poder de gracia en la creación y multiplicación de familias (schoenstattianas) sólidas. Por eso reza nuestro oficio de Schoenstatt:

    «Tu Santuario en nuestro Nazaret

    donde el Sol de Cristo irradia su calor.

    Con su luz clara y transparente

    da forma a la historia

    de la Sagrada Familia

    y, en la venturosa unión familiar,

    suscita una santidad cotidiana

    fuerte y silenciosa.

    Para bendición de tiempos desarraigados,

    en este Nazareth,

    Dios trae salvación a las familias;

    allí donde los hombres se consagran a Schoenstatt,

    él quiere regalar con clemencia

    santidad de la vida diaria.

    Haz que Cristo

    brille en nosotros con mayor claridad;

    Madre, únenos en comunidad santa;

    danos constante prontitud para el sacrificio,

    así como nos lo exige

    nuestra santa misión.

    El universo entero

    con gozo glorifique al Padre,

    le tribute honra y alabanza

    por Cristo, con María, en el Espíritu Santo,

    ahora y por los siglos de los siglos.

    Amén».

    Quien conozca la vida actual, quien sepa acerca de las terribles catástrofes hacia las cuales se encaminan el mundo y la Iglesia, estará profundamente convencido de que toda la Familia de Schoenstatt, tanto en su conjunto como en sus partes, no podrá realizar su tarea si todas las aguas y las energías no afluyen y desembocan en última instancia en islas de familias schoenstattianas santas que se unan cada vez más en una obra de familias común.

    Haciendo una reflexión serena parece a veces un enigma impenetrable el motivo por el cual el Salvador permaneció treinta años en la soledad de una familia mientras el mundo a su alrededor se precipitaba hacia la ruina. Espontáneamente nos preguntamos cuántas cosas no habría realizado él si hubiese puesto sus fuerzas divinas a disposición del mundo ya en una etapa temprana. La solución del enigma es siempre esta única respuesta: «Yo hago siempre lo que le agrada al Padre»; «digo las palabras que él me pone en los labios y realizo las obras que él me ha encomendado». Con ello, la pregunta se desplaza de inmediato y se dirige al Padre celestial. No desconocemos la respuesta: el Padre quería garantizar de forma inequívoca la inconmensurable bendición que dimana de unas auténticas familias cristianas.

    Así, pues, que la Santísima Virgen en su Cenáculo implore sobre todos ustedes el Espíritu Santo a fin de que capten correctamente la gran importancia de la tarea de vida que Dios les ha regalado, que ustedes han escogido y querido libremente, pero también a fin de que reciban la fuerza para realizar la moral familiar que los papas han establecido en sus encíclicas, para elaborarse una ascética y pedagogía familiar útil, para perpetuar costumbres familiares probadas y llenas de espíritu y, de ese modo, para convertirse en un recipiente desde el cual se nutran y renueven constantemente todas las ramas del Movimiento en su conjunto.

    Todos nosotros, sin excepción, estamos interesados en ese nuevo milagro de Pentecostés. Por eso nos unimos, pedimos y suplicamos con gran fervor un nuevo y eficaz milagro de transformación.

    Llévense consigo el cuadro de la Santísima Virgen y resérvenle un lugar de honor en sus hogares. De ese modo, estos se convertirán a su vez en pequeños santuarios en los que la imagen de gracias mostrará su obrar de gracias, creará una tierra familiar santa y formará miembros santos en la familia.

    La Santísima Virgen en el Acta de Fundación prometió cuidar de que nuestra patria llegue a estar de nuevo a la cabeza del Viejo Mundo: sabemos que el camino hacia esa meta pasa solamente a través de islas de familias schoenstattianas. La MTA cumplirá su promesa si accedemos a las condiciones que allí se plantean.

    Con un cordial saludo y la bendición para todos los presentes y para aquellos a los que usted representa,

    J. K.

    J. Kentenich, 15 de abril de 1948, en

    Das katholische Eheideal, 184

    5. IDEAL DE FAMILIA

    Abiertos el uno al otro según el modelo de la Trinidad

    Aquí tienen que tener presente lo siguiente: según la Sagrada Escritura, todos somos imágenes de Dios, a saber, del Dios trino. ¿Comprenden lo que significa «imágenes del Dios trino»? Este es el gran misterio: tres personas, un solo Dios. Y la peculiaridad de las tres personas consiste en la recíproca apertura de una a las otras. El Padre se piensa a sí mismo. Y eso es el Hijo. Y el Padre y el Hijo se abrazan en un eterno beso de amor. Y eso es el Espíritu Santo. ¿Cómo está frente a nosotros el Dios trino? Como una comunidad por esencia.

    Si queremos ser imágenes del Dios trino no solamente tenemos que ser personalidades consistentes en nosotros mismos, sino también abiertas al tú. De modo que el sentido para la apertura a la comunidad forma parte de la esencia del ser humano. Ahora bien, la imagen más perfecta del Dios trino son, en sí, los esposos, y lo son en el momento del acto conyugal.

    ¿Ven? Allí hay ante todo dos personas que están unidas de forma tan estrecha y tan fuerte entre ellas

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