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Putas, feministas y (mis) contradicciones
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Putas, feministas y (mis) contradicciones
Libro electrónico295 páginas

Putas, feministas y (mis) contradicciones

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Información de este libro electrónico

Es un libro reflexivo, fresco y comprometido sobre un tema complejo. Entra de lleno en los aspectos más polémicos de un debate que afecta al feminismo y a la sociedad en su conjunto».
Del prólogo de Nerea Aresti.
Putas, feministas y (mis) contradicciones es un ensayo divulgativo ilustrado para comprender, desde el pasado, cómo ha cambiado el discurso de la prostitución. Este llamado debate no es nuevo entre los círculos feministas: ¿Qué significa que una mujer sea libre?, ¿es posible cuestionar una institución sin negar derechos?, ¿se puede ser abolicionista proderechos?
Flor cuestiona su propia moral y analiza parte del presente en una obra coral donde las voces de especialistas y expertas son analizadas. Sin olvidar a las verdaderas protagonistas: las putas; y tienen mucho que decir.
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento30 jun 2023
ISBN9788418913396
Putas, feministas y (mis) contradicciones

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    Vista previa del libro

    Putas, feministas y (mis) contradicciones - Florencia Arriola

    portada.jpg

    Textos y edición: Verónica Sarria

    Primera edición digital: junio 2023

    Campaña de crowdfunding: equipo de Libros.com

    Imagen de la cubierta: Ana Milton

    Maquetación e ilustraciones interiores: Patricia Á. Casal

    Corrección: María Luisa Toribio

    Versión digital realizada por Libros.com

    © 2023 Florencia Arriola Fernández

    © 2023 Libros.com

    editorial@libros.com

    ISBN digital: 978-84-18913-39-6

    Logo Libros.com

    Florencia Arriola Fernández

    Putas, feministas

    y (mis) contradicciones

    Edición y textos de Verónica Sarria

    Prólogo de Nerea Aresti

    A Belkro y Eblís, mis compañeras de vida y de escritorio.

    Índice

    Portada

    Créditos

    Título y autor

    Dedicatoria

    Prólogo: Nerea Aresti

    Introducción

    1. Mi imaginario

    Paula Sánchez, filósofa

    2. En esta casa no se hace el francés

    3. De 1935 al siglo XXI

    Izaskun Aguirre, historiadora

    4. Debate actual de la prostitución

    Amelia Tiganus, activista feminista

    5. «Mi único proxeneta es mi gato»

    Leyre Khyal, antropóloga

    6. «Prostituirse es un acto revolucionario»

    ¿Qué dicen las putas?

    Sabrina Sánchez

    Caos F

    Rak

    Georgina Orellano

    María José Barrera

    Séfora Jiménez Jiménez

    Carolina Clemente

    7. Mujer, puta e inmigrante

    Inés Herrero, abogada

    Lecturas recomendadas

    Mecenas

    Contraportada

    —¿Y ahora qué vas a hacer con el TFM?

    — No sé, la verdad es que me da pena dejarlo en una balda.

    —¿Y por qué no intentas publicarlo?

    —¡Qué vergüenza! Además, no cuento nada que no esté escrito ya, todo es historia.

    —Yo lo intentaría, Flor.

    —Me lo voy a pensar.

    Así, más o menos, fue como empezó el libro que tienes entre manos. Siempre digo que la culpa fue de Z., mi terapeuta. Creí que podía hacer algo nuevo y, sobre todo, algo que le interesara a la gente. Esto es lo que ha resultado de muchas horas de trabajo, escucha y lectura… Qué subidón, qué fuerte, he escrito un libro. Pero, por favor, no me llames escritora.

    Prólogo

    Nerea Aresti

    Conocí a Flor en 2019, en el marco del Máster de Estudios Feministas y de Género de la UPV/EHU. Tuve la suerte de colaborar con ella, como tutora, en la elaboración de su trabajo fin de máster, que dedicó a la prostitución: un tema difícil que se propuso abordar tanto desde un punto de vista histórico como desde la situación actual. El resultado fue un análisis comparativo entre el pasado y el presente, de gran interés, porque fue capaz de mostrar cómo han cambiado las cosas en el tiempo y cómo no es posible realizar definiciones estables para fenómenos de naturaleza profundamente política y social. Su trabajo resultó ser, además, de gran utilidad para el feminismo, en cuyo seno la cuestión de la prostitución ha sido y continúa siendo un tema especialmente polémico. Si el resultado de aquella investigación fue una gran satisfacción, no lo fue menos el propio proceso. Pocas veces se asiste, como profesora, a un crecimiento intelectual tan intenso como el que experimentó Flor en el curso de una investigación en la que dio lo mejor de sí misma. Incontables horas de trabajo y una inquebrantable pasión por lo que estaba haciendo convirtieron el ensayo de Flor en un texto de gran valor, que finalmente puede compartir con vosotras y vosotros, ampliado y mejorado, en este volumen.

    Por encima de todo, este libro es una contribución honesta y constructiva al debate sobre la prostitución. En ocasiones, los términos de un debate se convierten en tenazas que comprimen rígidamente los argumentos y no permiten pensar libremente. Esto es precisamente lo que ha sucedido con la polémica sobre la prostitución en los últimos años. Flor defiende en estas páginas que debemos salir de la disyuntiva que gobierna el debate, no aceptar el tener que posicionarse, bien a favor de la abolición de la prostitución o bien a favor de su consideración como trabajo asalariado con sus propios derechos. Pero desafiar esta lógica, que está plenamente instalada en el debate, exige una actitud crítica y una reflexión franca y libre de prejuicios sobre un universo complejo. Exige una reflexión en torno al significado de la libertad, el consentimiento, los derechos laborales, el poder, el placer, la sexualidad, el cuerpo y la igualdad. Cada uno de estos conceptos son analizados de forma clara y directa en las primeras páginas del libro y sirve de punto de partida para un análisis que, sin perder fluidez ni claridad, se va sofisticando según avanza.

    El siguiente paso en el camino es una entrevista a la filósofa Paula Sánchez que ofrece la ocasión de conversar, con una persona experta y buena conocedora de los entresijos del debate, sobre el significado de la prostitución. En este apartado, nos asomamos a la complejidad de un tema controvertido que no puede ser saldado con respuestas cortas. Pero, a la vez, la conversación llama la atención sobre la distancia que existe entre la teoría y la práctica: el cómo, en ocasiones, las opiniones elaboradas desde el sofá o frente al ordenador no tienen en cuenta las repercusiones prácticas de lo que planteamos. ¿Se puede abolir la prostitución? ¿Qué condiciones se deben dar para que esto llegue a suceder? Lo complicado de la respuesta a estas preguntas, el comprobar cuánto deben cambiar las cosas para que la prostitución llegue a desaparecer, puede desanimar, ciertamente, a la lectora mejor intencionada, pero nos da, a la vez, un baño de realidad. No existen salidas fáciles al problema porque el problema está enraizado en el corazón de una sociedad repleta de desigualdades y jerarquías.

    Las respuestas cortas con las que se suele saldar el debate sobre la prostitución recurren a dos palabras: abolición y regulación. En el siguiente apartado del libro, Flor Arriola contesta a la pregunta sobre el significado de estos dos conceptos y mira al pasado para descubrir de dónde proceden ambas propuestas. La historia es el antídoto más eficaz contra los esencialismos, porque lo que da sentido al paso del tiempo es el cambio. Desde el siglo

    XIX

    hasta la actualidad, las respuestas ofrecidas a la prostitución por el feminismo y por la gente partidaria de una sociedad más justa han variado enormemente. El significado de la idea de regulación, en el pasado, poco tenía que ver con los derechos laborales y con la dignificación de las prostitutas. Al contrario, regular significaba reglamentar, segregar y controlar; era sinónimo de estigma y doble moral. Antes de la Guerra Civil, el feminismo y las izquierdas se decantaron por la abolición de la prostitución. Tras la guerra, el franquismo recuperó la política tradicional reglamentista, y la legislación abolicionista quedó atrás hasta los años cincuenta. En el periodo anterior a la guerra, e incluso durante la dictadura franquista, los términos del debate fueron así muy distintos a los actuales. La mirada histórica de Flor, presentada de forma casi impresionista a través de breves apartados, nos permite viajar por contextos que cambian al ritmo de los tiempos.

    A continuación, una serie de conversaciones estructuran la parte del libro dedicada al debate actual sobre la prostitución. A la entrevista realizada por Flor a la historiadora Izaskun Aguirre la sigue la conversación con la activista feminista Amelia Tiganus, en la que se nos presenta una argumentación clara de la postura abolicionista en el debate. Leyre Khyal, antropóloga, ofrece una tercera visión en este bloque de opiniones y enfoques diversos. Después, la entrevista con Sabrina Sánchez nos acerca a la experiencia de una mujer trans trabajadora sexual, alguien que conoce bien las hipocresías que atraviesan ese mundo y que sufrió las peores consecuencias de la pandemia. Después, el testimonio de la trabajadora sexual dedicada a eróticas alternativas Caos C y el de Rak, quien tras graduarse en Psicología y Sociología trabaja online en condiciones que ella define como privilegiadas. Georgina Orellano, activista de AMMAR, sindicato de trabajadoras y trabajadores sexuales de Argentina; María José, extrabajadora sexual, exmediadora en materia de prostitución e impulsora del colectivo del prostitutas de Sevilla; Séfora Jiménez, quien nos explica la diferencia entre la regulación y el reconocimiento de derechos; y Carolina Clemente, quien denuncia entre otras cosas la hipocresía de la doble moral y de la ilusión monógama, encuentran en estas páginas un espacio de expresión, como sujetos políticos y no como objetos de estudio: en definitiva, como protagonistas de su propia vida.

    Las últimas páginas de este volumen abordan un aspecto del problema que necesita, con especial urgencia, medidas radicalmente transformadoras: la situación de las mujeres migradas. La abogada Inés Herrero explica de forma concisa y clara la carrera de obstáculos que supone la legalización de la situación de una persona migrante en este país, un proceso deshumanizador que fomenta, por la propia forma en la que está concebido, la economía sumergida, la pobreza y la inseguridad. En este contexto, la trata de personas, que afecta de forma muy especial a mujeres y a niñas y niños, es una despiadada expresión de la violación de los derechos humanos que Inés Herrero llama a combatir desde la raíz. La entrevista está precedida por una reflexión de Flor sobre todas estas cuestiones, en la que nos ofrece, además, información de gran utilidad a la hora de abordar un tema trascendental como la trata de seres humanos.

    Putas, feministas y (mis) contradicciones es un libro reflexivo, fresco y comprometido sobre un tema complejo. Su autora entra de lleno en los aspectos más polémicos de un debate que afecta al feminismo y a la sociedad en su conjunto. Pero lo hace sin prejuicios, cuestionando sus propias certezas, abriendo puertas, cediendo la voz…, renunciando a tener la última palabra. Tal vez ese sea el camino, y, precisamente por eso, merece la pena leer este libro.

    Nerea Aresti

    26 de junio de 2022

    Introducción

    Para mi padre siempre fui una puta, una golfa, una putona, como solía llamarme. Nunca tuve el valor para dedicarme a esto y creo que solo lo habría hecho para fastidiarlo y para que me llamara puta con razón. Imagino que, por ese motivo, siempre he querido ser la buena, la antítesis de la puta. Y supongo que por eso, también, me he obsesionado con este tema.

    Gracias a este señor me hice feminista, no me quedó más remedio. Sobre la prostitución y las putas he pasado por todos los polos: he sido prosex y he sido abolicionista. Y quiero pedir perdón por haber fetichizado, en su momento, el trabajo sexual, como si el trabajo dignificara, el que sea. De la romantización de la prostitución se sale, créanme. Me generan mucha envidia las personas que no dudan, porque yo no dejo de hacerlo. Sin embargo, después de escuchar y leer a varias compañeras trabajadoras sexuales, sé que se puede ser crítica con la prostitución sin negar una serie de demandas. Un amigo me dijo hace poco: «Tú eres antiprostitución, no eres antiputas». No sé si tiene cabida esta postura en algún resquicio del mal llamado debate, pero sé que es la mía. Después de feminista me hice sexóloga, necesitaba entender el deseo y la erótica para no dejar de hacerme preguntas.

    He escrito este libro porque creo con firmeza en la colectivización del conocimiento y de las ideas, opino que todo el mundo tiene derecho a leer, a investigar, y, sobre todo, porque quiero compartir con todas las personas mi trabajo. A ratos ha sido duro, pero el resultado es gratificante. Es lo que yo sé sobre las putas, lo que yo he leído y lo que las compañeras me han contado, y os lo doy para todas vosotras, porque todo es mejor si es compartido, y os lo merecéis por haber confiado en mí.

    Siempre digo que en mi mundo ideal no existiría la prostitución, pero tampoco existiría el trabajo asalariado, y, si me apuras, tampoco existirían, si por mí fuera, los onvres. Sin embargo, el mundo que habito es otro y, mientras construimos un mundo mejor, propongo escuchar a quienes hacen sus demandas.

    Abolir sí.

    Abolir no.

    Para mí, ese no es el debate a estas alturas.

    Imagen

    1. Mi imaginario

    No sabría contabilizar las veces que he utilizado las palabras que he intentado definir aquí debajo. Nunca me había preguntado de esta manera qué significa prostitución, capitalismo o libertad. Siempre me he sentido muy libre, en términos generales, pero no sabía definir por qué ni cómo. Lo que escribo aquí no pretenden ser precisiones exactas, más bien es un ejercicio conmigo misma para sacar jugo a las palabras que yo creía entender y aplicar con mucha destreza. Así empecé a escribir esta obra, definiendo estos conceptos con mis propias palabras y explicando cómo los empleo yo. Con esto no quiero decir que me invente significados, soy muy reverta en ese sentido —pido perdón a todas las compañeras feministas por esa frase—. Soy una firme defensora del lenguaje y, precisamente por ello, he intentado explicarme como mejor he sabido. Acepto sugerencias:

    Prostitución

    Entiendo la prostitución como un intercambio de un servicio sexual a través del cuerpo por dinero. Ahora bien, ¿qué entendemos por sexual? Desde la sexología, que es lo mío, cuando hablamos de sexo no lo entendemos como los genitales ni las prácticas que realizamos con ellos, sino como un valor intrínseco al ser humano por el hecho de ser sexuados. Por lo tanto, si atendemos a esta definición, prostitución y sexo no tendrían ninguna relación. Sin embargo, dejando la sexología de lado y atendiendo al lenguaje que hablamos, lo sexual se relaciona con aquello que pasa por el cuerpo, y en particular por los genitales. Para un sector del feminismo se trata de la explotación patriarcal más antigua del mundo, frente a otro sector para el que debe ser considerada un trabajo. Estas visiones serían, en resumidas palabras, las que dividen al movimiento feminista en la actualidad.

    Feminismo

    El feminismo es un movimiento político que lucha por la reivindicación de los derechos de las mujeres y por la erradicación de todas las opresiones que sufrimos por el hecho de serlo. Sin embargo, dada la amplitud de este concepto, lo concretaría, con la ayuda de Nuria Varela, como una doctrina basada en la justicia social y política, una práctica llevada a cabo por mujeres que reaccionan al ser conscientes de su opresión frente a los hombres. Como consecuencia, analizan dicha situación y toman conciencia de las discriminaciones que sufren, organizándose a través de la lucha social para reivindicar ciertos cambios sociales y políticos. Como todo movimiento social, el feminismo se nutre de la diversidad de apreciaciones y matices. No existe un único feminismo, como no existe un único modelo de mujer.

    ¿Qué es la libertad?

    ¿Actuar conforme nuestros deseos? ¿Es posible ejercer una libertad absoluta? El concepto de libertad aplicado al uso libre del cuerpo puede ser problemático, porque las mujeres que abogan por esta utilización defienden la no criminalización por parte del Estado, pero, al mismo tiempo, luchan por una serie de derechos. Yo me suelo hacer ciertas preguntas: ¿qué es la libertad si no tienes recursos económicos para ejercer otro trabajo? ¿Se es libre de ejercer la prostitución o las condiciones materiales te obligan a ello? El argumento de la libertad de las mujeres para elegir qué hacer con su cuerpo ha sido un pilar clave dentro de los feminismos, particularmente a partir de la ola feminista de los años setenta. La «libertad de elegir» es una de las premisas más cuestionadas por las feministas abolicionistas. Muchas afirman que tal libertad no existe, puesto que, la mayoría de las veces, quienes ejercen la prostitución lo hacen empujadas por sus condiciones de vida y desigualdad. Muchas trabajadoras sexuales, en cambio, afirman sentirse libres para realizar este tipo de trabajo con sus cuerpos, respondiendo así a este derecho reclamado por el feminismo. Pero desde la postura abolicionista, por su lado, se argumenta que el trabajo sexual implica una negación de su libertad, dado que nadie podría asumir una actividad tan estigmatizada por libre elección. Esto pone en tela de juicio qué se entiende por libre elección y qué significa elegir libremente. La prostitución es una actividad con numerosas facetas, no solo la ejercen mujeres, sino también hombres. A día de hoy, puede elegirse como una forma de obtener ingresos, con todos los matices que supone «elegir» una actividad dentro del contexto capitalista y patriarcal en el que vivimos.

    El hecho de ejercer o no la prostitución lo sitúo en un concepto de libertad positiva, ya que se basa en que toda persona puede tener su autonomía y posibilidad de autorrealización. Entiendo que las trabajadoras sexuales que lo eligen tienen la posibilidad ellas mismas de autorrealizarse. Por el contrario, la libertad negativa es la no interferencia, lo cual sería imposible, porque es la no interferencia del Estado, precisamente, es la que las mantiene desprotegidas y sin ningún derecho laboral o reconocimiento.

    Libre elección: ¿existe?

    ¿Quién decide libremente qué trabajo ejercer en un sistema capitalista? Existe la libre elección en términos individuales y, si nos referimos al trabajo sexual, no voy a cuestionar la decisión de una mujer en particular a ejercer la prostitución y, en el caso de que lo decida, voy a pedir al Estado que la proteja. Sin embargo, debemos analizar qué es la libre elección bajo un sistema patriarcal, capitalista y de clases. Para mí no existe bajo estas condiciones y supuestos. Podemos preguntar a cualquier mujer de clase trabajadora si ha elegido su trabajo de manera libre, y, a pesar de que en algunos casos puedan tener la oportunidad de hacerlo, no creo en la libre elección para escoger un trabajo dentro de este sistema. Estamos condicionadas por unas circunstancias e intersecciones y, en el caso de la prostitución, por el hecho de ser mujeres. Para una mujer, el trabajo sexual estará presente como una posible salida laboral durante toda su vida. Esto lo explica muy bien Amelia Tiganus, quien afirma que debemos entender que no todas las mujeres somos putas, pero que por el hecho de ser mujer esa posibilidad estará presente en nuestras vidas desde el momento en que nacemos. Muchas feministas abolicionistas consideran que la prostitución no puede ser entendida como una actividad económica elegida libre y voluntariamente por quienes la ejercen, lo que provoca que las voces de las propias trabajadoras reaccionen ante este tipo de argumentos.

    ¿De dónde proceden los derechos? ¿Dónde están los límites?, ¿son morales?

    Los derechos proceden de la lucha social y colectiva, y después es el Estado quien materializa esos derechos en forma de leyes. El derecho a ejercer el trabajo sexual es artificial, lo que se persigue desde los sectores proderechos es que se reconozca como un empleo regulado. Las mujeres no nacen con el «derecho a ser prostitutas», como no nacen con el derecho a ser abogadas, pero es la lucha de las trabajadoras sexuales la que persigue dicho objetivo: obtener derechos. Las mujeres que ejercen la prostitución libremente son las que luchan para ser reconocidas como trabajadoras y son, a su vez, las más interesadas en fijar estos límites, más que nada para tener una serie de garantías, protección, derechos.

    En la sociedad actual, y en nombre de la libertad, se acepta el hecho de que las mujeres, y todas las personas, hagan «lo que quieran» con sus cuerpos. Sin embargo, no se cuestiona la demanda de prostitución y las cifras sobre consumo de trabajo sexual, según la ONU, hablan de un 38 % de hombres como consumidores de prostitución en el Estado español, lo que dejaría en evidencia la doble moral respecto al trabajo sexual.

    ¿Qué es un trabajo? ¿Cuál es la concepción liberal del mismo?

    El trabajo es aquello que permite a una persona obtener ingresos y las condiciones materiales para subsistir; por lo tanto, reconocer una actividad como tal significa dignificar y poner en valor el tiempo y la fuerza de trabajo, pero ¿todo puede ser considerado empleo? Begoña Zabala, abogada y activista feminista, afirma que, si el trabajo es el medio que nos sustenta para la vida y existen mujeres que viven de labores sexuales, estas podrían ser consideradas un trabajo que, además, precisa de regulación para su ejercicio. Algunas activistas abolicionistas comparan la prostitución con la venta de drogas: se trata de un símil capcioso, porque las drogas atentan contra la salud de las personas, pero muchas abolicionistas posiblemente argumenten que ejercer la prostitución afecta a los cuerpos y a la salud de las mujeres que la desempeñan. Según estos supuestos, las trabajadoras sexuales, por su lado, partirían de una visión neoliberal que pretende considerar esta práctica un empleo como cualquier otro y luchan para que se reconozca esta actividad como un trabajo.

    No podemos negar la condición de empleo al trabajo sexual, puesto que tener una ocupación es uno de los requisitos que exige la sociedad para ser sujeto de derecho, cuyo no reconocimiento conlleva a estas mujeres a situarse en los márgenes de la legalidad y a asumir las consecuencias. Muchas trabajadoras sexuales denuncian que la lucha lleva años encabezada por otras voces que no son las suyas y reclaman ser ellas mismas quienes lideren sus propuestas.

    ¿Qué implican los conceptos de contrato y consentimiento?

    Un contrato es un acuerdo donde intervienen dos o más partes. Un contrato, dentro del trabajo sexual, es un acuerdo apalabrado entre las trabajadoras y los clientes. Para algunas feministas, como Rosa Cobo, todas las partes del contrato deben estar en igualdad de condiciones. Por lo tanto, si esa igualdad no existiera (como suponen que no existe en el trabajo sexual) dicho contrato no tiene ningún valor. Esto puede entenderse como una manera de deslegitimar a las propias trabajadoras sexuales.

    Dentro del movimiento feminista se da mucha confusión entre consentimiento y deseo. Yo propongo problematizar

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