Cómo Estudiar Mejor Para Un Examen: Descubre técnicas y métodos de estudio eficaces para demostrar lo que has aprendido: Descubre técnicas y métodos de estudio eficaces para demostrar lo que has aprendido

Por Víctor Ray

¿Estás batallando para motivarte a estudiar para tus exámenes? ¿Te encuentras postergando tus estudios de manera regular, pasando demasiado tiempo con otras actividades?

¿Necesitas encontrar técnicas y métodos de estudio que funcionen para ti? ¿Te estresa el tener demasiado que estudiar en muy poco tiempo? Si has respondido afirmativamente a alguna de estas preguntas, entonces este libro es para ti.
El autor, escritor especializado en estos temas y de vasta experiencia catedrática y profesional, ofrece consejos para estudiar mejor y de manera eficiente, para obtener las mejores calificaciones en todo momento.

Descubrirás tips para estudiar, técnicas de memorización, cómo estudiar para un examen difícil y técnicas de estudio tanto para la escuela secundaria como para la universidad.

Aprenderás cómo desbloquear la motivación y corregir tu mentalidad a la hora de presentar tus exámenes mediante sistemas prácticos que eliminarán la postergación, equilibrarán tu vida y te permitirán preparar tus exámenes de una manera metódica y sin estrés.

Algunos padres preguntan: ¿cómo puedo ayudar a mis hijos a estudiar desde casa? Este libro también ayudará a los padres con hijos que necesitan estudiar desde casa, brindándoles consejos para estudiar en el hogar.

• Idioma: Español
• Editorial: Cofre del Saber
• Fecha de lanzamiento: 23 ago 2021
• ISBN: 9781640810877

Víctor Ray

El autor, escritor especializado en estos temas y de vasta experiencia catedrática y profesional, ofrece consejos para estudiar mejor y de manera eficiente, para obtener las mejores calificaciones en todo momento.

Vista previa del libro

1Analizando los problemas previos

"El conocimiento es la herramienta que menos espacio

ocupa y más rendimiento te proporcionará."

Autor Desconocido

El momento de rendir examen es siempre para el estudiante una fecha crítica. Durante el año, su vida va transcurriendo en la escuela, el secundario, o aun en la Universidad, a través de todos los azares de las clases, los trabajos prácticos, la vida común en el aula con sus problemas y sus alegrías, en los que no falta por lo general ese telón de fondo inolvidable que compone la alegre estudiantina.

Pero cuando se acercan las fechas de los exámenes, ya los que decidirán sus notas de calificaciones o los que, a fin de año, determinarán el acceso al año superior, entonces parece retroceder a un segundo plano ese fondo de alegría juvenil y de travesura que en buena parte constituye el lado fácil y amable de la vida estudiantil, para dar paso a una preocupación absorbente, a un solo y serio problema, que suele convertirse para muchos en una verdadera obsesión.

Es natural. Los exámenes son algo así como el resumen, la síntesis brusca de todas las dificultades que el estudio ha presentado durante el año. Constituyen una prueba en la cual deberá demostrarse que se ha aprendido, que se está en condiciones de merecer el grado a que se aspira.

Pero hay algo más, y ese algo es lo que los hace particularmente temibles. Porque una serie de circunstancias hace que en realidad no expresen con toda claridad el grado de conocimientos que el alumno ha asimilado en sus estudios, sino que en ellos intervienen otros factores que no siempre tienen mucho que ver con el saber real del alumno. Sin que entremos ahora a considerar el grado de utilidad del sistema de exámenes —objetado por muchos educadores, que los consideran insuficientes como pruebas cuando no una especie de lotería— no hay duda que la suerte del examinado dependerá en buena parte, no sólo de sus conocimientos, sino del modo en que sepa exponerlos, de su mayor o menor serenidad de espíritu, de su carácter, y hasta de factores totalmente imprevisibles como el estado de salud del momento, sus problemas íntimos y familiares, cuando no su mayor o menor capacidad para la astucia; y, debemos atrevernos a decirlo, lo que suele llamarse buena o mala suerte.

De ahí que la sensación de injusticia en el alumno reprobado, tan frecuente, lo subleve ante la idea de que debe llevar a su casa una mala nota, mientras ha visto que otros, que sabían menos que él, lograron en cambio obtener la nota necesaria. Esto puede ocurrir, y ocurre, en realidad, con bastante frecuencia.

¿Debe deducirse de esto que los exámenes son una lotería absurda, o que los profesores son unas malas personas, enemigas de unos y aliadas de otros? Indudablemente, no. Sea cual fuere la eficacia del sistema de exámenes, lo que en éstos prima no es la suerte ni el azar. Todo alumno que sepa su programa y que esté en condiciones de demostrar ese saber, aprobará su examen inevitablemente.

Los profesores son seres humanos, generalmente entregados a esa tarea por vocación, y se sienten más felices cuando aprueban que cuando reprueban. Por un caso aislado que pudiera señalarse de algún profesor que hace de su cargo un medio de ejercitar un sadismo o una maldad enfermiza, se encontrarían miles que demostrarían cómo ese profesor aislado es simplemente un fenómeno excepcional y patológico destinado sin duda a ser suprimido.

Nosotros, que hemos sido estudiantes, jamás hemos conocido un caso así, y cuando a un profesor le hemos asignado tal perversidad, no ha sido más que por exageración, autodefensa, y deseo de justificarnos ante nosotros mismos por un fracaso que en realidad era culpa nuestra. Los años permiten comprobar esto, y por lo tanto no podemos creer a nuestros hijos cuando echan la culpa de sus fracasos a la mala voluntad del profesor.

Pero sucede, sin embargo, que muchas veces un alumno que sabe su materia es aplazado. ¿Cómo explicar esto, entonces? No hay otra explicación que ésta: si ese alumno sabe su materia, lo que no ha sabido en cambio, es demostrar ese saber.

Un profesor es una persona atareada y no un adivino que con una sola mirada pueda reconocer en la cara del alumno su grado de conocimientos. Si este profesor no tiene ante el alumno la certeza, por lo que éste escriba o diga, de que sabe la materia; si este alumno, por cualquier motivo, comete errores, el profesor no tiene más remedio que