En la enormidad de Texas, no muy lejos de El Paso, el Viejo Oeste no es cosa del pasado. Valles áridos, caminos de terracería y ranchos de extensiones monumentales acompañan en silencio a una carretera apenas transitada. Diseñado en la década de 1950, el sistema de autopistas interestatales revolucionó la movilidad en Estados Unidos. Sin querer, también firmó una sentencia de muerte para los pueblos a orillas de las antiguas rutas.
Esa fue la suerte de Valentine y Marathon, dejadas a merced de la despoblación y el olvido. Y esa hubiera sido también la suerte