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ue un auténtico punto y aparte. El escritor Mark Twain dijo que las actrices podían ser malas, buenas y grandes, y que después estaba Sarah Bernhardt (1844-1923). Durante muchos años, esta fuerza, de Dumas hijo, o , de Victor Hugo. Incluso hizo papeles masculinos, como el de Napoleón II, el desdichado hijo del Gran Corso. Llegar a la cima no le resultó nada fácil. Por dificultades económicas, tuvo que desempeñarse como cortesana hasta que su carrera en el teatro le permitió vivir con holgura. En la actualidad la recordamos, obviamente, por su gran brillantez para la interpretación, cualidad que podemos apreciar por nosotros mismos gracias a las películas que rodó en la última etapa de su vida. Lo que poca gente sabe es que manifestó un profundo interés por el mundo de las artes plásticas. En primer lugar, como mecenas, por su protección a Alphonse Mucha, al que ayudó a convertirse en uno de los príncipes del . Además, mostró cualidades para la pintura y la escultura.