LA GUERRA DE SUCESIÓN AL TRONO DE AUSTRIA SE DESENCADENÓ COMO CONSECUENCIA DE LA MUERTE DEL EMPERADOR CARLOS VI EN 1740, al que le sucedió su hija María Teresa, nombrada Archiduquesa de Austria, Reina de Hungría, Croacia y Bohemia y Duquesa de Parma. El problema es que María Teresa no era buena candidata al título de emperador del Sacro Imperio Romano Germánico que ostentaba su padre, entre otros motivos porque nunca antes había sido ocupado por una mujer. De esta forma se planteó la posibilidad de que ella fuera aceptada en los dominios hereditarios, mientras que su espeso Francisco Esteban fuese elegido emperador.
Antes de su muerte, Carlos VI intentó convencer a los estados alemanes para que aceptaran la Pragmática Sanción de 1713, y de esta forma posibilitar que una mujer, en este caso su hija, pudiese sucederle en el trono. Obviamente, no todos estuvieron de acuerdo en aceptar la voluntad del difunto rey, por lo que dos meses después del fallecimiento del emperador, el rey Federico II de Prusia invadió Silesia el 16 de diciembre de 1740. El rey prusiano no dejó pasar la oportunidad de actuar cuando vislumbró el posible desmembramiento de Austria como consecuencia de su grave crisis sucesoria, por lo que buscó el apoyo de su aliado natural: Francia, considerada árbitro de Europa desde el final de la Guerra de Sucesión de Polonia.
PRIMEROS PROBLEMAS
La situación de María Teresa era crítica, ya que sus medios militares no eran
