CON TAN SOLO ONCE AÑOS, EL FUTURO REY FELIPE II (1527-1598) ENCABEZABA EL COR-TEJO FÚNEBRE DE LA QUE HABÍA SIDO LA MUJER MÁS IMPORTANTE EN SU VIDA: SU MADRE ISABEL DE PORTUGAL (1503-1539), QUE HABÍA FA-LLECIDO COMO CONSECUENCIA DE UN ABORTO. Mujer culta, inteligente y de gran templanza, fue la reina consorte ideal para que Carlos V (1500-1558) depositara en ella toda su confianza durante su reinado. Durante sus prolongadas ausencias, el emperador delegó en su esposa las riendas del gobierno, así como la educación de sus hijos, quienes se convirtieron en un reflejo de su madre. Tal y como la describe la historiadora María Pilar Queralt del Hierro en Las Mujeres de Felipe II (2011): “Isabel supo administrar admirablemente bien los reinos hispánicos, organizó su casa y corte y procuró a sus hijos una excelente formación, que no entendió de prerrogativas de futuros destinos ni de distinción de sexos”.
JUANA Y MARÍA, INFANTAS… Y REINAS
Este duro golpe en la todavía efímera biografía del monarca solo sería amortiguado por otras dos mujeres: sus hermanas las infantas, año y medio mayor que él, y la pequeña : ambas se convertirían, fuera del ámbito personal y afectivo, en sus principales consejeras políticas.