Juan Domingo de Borja, padre de Alfonso de Borja, posteriormente Calixto III, era señor de la Torre de Canals, hoy en el municipio valenciano de Canals, que aún aloja los restos de la famosa muralla que los hizo inmortales. Lo que es complejo es saber cómo llegó a manos de los Borja. Algunas fuentes, como Miguel Batllori en La familia de los Borjas, creen que no es probable que, aunque Juan Domingo y su primera esposa, Catalina Doncel, vivieran en la torre, esta fuera suya.
Es cierto que Catalina era una Borja, y que este matrimonio fue la alianza que sirvió a Juan Domingo en bandeja su ascenso social en todos los sentidos, pero él no era exactamente un caballero. Fue guardia del castillo de Montesa, subalcaide del castillo de Buñol y hasta controlador de los pasos de Castilla, cargo con que le honró el propio Martín I, rey de Aragón, en 1404. Pero, sobre todo, del padre del futuro papa ha trascendido una frase que lo definiría para siempre: «Un bon hom llaurador de Xàtiva». Así lo calificó, en 1806, Jaime Villanueva en su obra Al referirse a él como muchos interpretaron que era poco más que un poseedor de humildes tierras, un labrador. Pero se denominaba así también a los dueños de tierras no sujetos a un señor feudal, y no eran necesariamente inferiores a un caballero. De modo que Juan Domingo no era un don nadie, y podía acceder a una mujer como Catalina y a una familia como los Borja, que se