Según su hermana mayor, Jocelyn (que, durante la adolescencia, ejerció en varias ocasiones de “madre sustituta”), cuando tenía tan solo siete u ocho años, Marlon Brando llevaba a casa todo tipo de animales hambrientos, pájaros heridos o incluso personas que pudieran encontrarse en algún apuro. Él mismo se encargó de confirmarlo en su autobiografía, firmada junto a Robert Lindsey, Brando. Las canciones que mi madre me enseñó: “Me erigí en protector de los débiles. Dejé de disparar a los pájaros y me convertí en su guardián”.
El astro de Hollywood destacó, en sus primeros filmes, por un magnetismo casi animal, unido a un evidente talento alejado de los cánones interpretativos del momento. Terenci Moix señaló, en Hollywood Stories, que, después de ver desfilar por la gran pantalla a tantos galanes elegantes y delicados como Robert Taylor, Tyrone Power, Cary Grant o Gregory Peck, la presencia rocosa y desafiante de Brando sacudió las plateas para “legitimar lo brutal”. Efectivamente, la camiseta ceñida e impregnada de sudor de Un tranvía llamado Deseo (1951) o la chaqueta de cuero y los vaqueros de Salvaje (1953) acabaron de un plumazo con el glamur acartonado del héroe apolíneo del cine clásico. En su lugar, irrumpió un antihéroe con aspecto de dios griego “superpoderoso” vestido de estibador, que, sin embargo, podía emanar una secreta vulnerabilidad espiritual.
La belleza herida
Su simpatía infantil hacia los más débiles se manifestó en una serie de personajes míticos que se convirtieron en nuevos mártires de la iconografía laica del cine. Brando no dudó en recibir, en la pantalla, espectaculares palizas y violentas humillaciones por parte de los abusones de turno, en escenas célebres de películas como (1954), (1961) o (1966). La visión (1950), dirigido por Fred Zinnemann, interpretaba a un joven gravemente herido en combate y confinado en una silla de ruedas, atemorizado ante la posibilidad de retomar la relación con su novia. Más adelante, su personaje en la adaptación firmada por John Huston de la novela de Carson McCullers , un comandante entregado a la disciplina militar, torturado secretamente por las dudas sobre su identidad sexual, incluso se dejaba azotar en público por su mujer, interpretada por una Elizabeth Taylor desatada.