Lejos de situar su origen hace miles de años, en civilizaciones como la egipcia, la griega o la romana, la tabla ouija surge a finales del siglo XIX, en pleno auge del espiritismo. Evidentemente, ya existían técnicas de adivinación y contacto con el Más Allá mucho antes; al fin y al cabo, los intentos de obtener conocimientos secretos mediante prácticas sobrenaturales y mágicas son tan antiguos como el ser humano. No obstante, comparar unos y otros sería como comparar un arco y una pistola: utilizados como un arma, ambos tienen el mismo fin, no obstante, su uso y mecanismos son distintos (VER CUADRO).
Así pues, el “señor pezuñas” es, en cierto modo, el causante de los malos ratos que, directa o indirectamente, derivan del uso de la Ouija. Y señalamos a este “ente· como culpable porque sus trastadas en el domicilio de la familia Fox, a las afueras de Hydesville (EE.UU.), fueron el detonante del moderno espiritismo a finales de marzo de 1848.
Poco importó que, años después de aquellos “extraños” sucesos protagonizados por Kate y Margaretta, las hijas del matrimonio, que pasarían a la historia como las hermanas Fox, acabaran confesando que todo había sido un fraude. Sus declaraciones al New York World, en 1888, explicando el modo en que habían reproducido los fenómenos fueron tajantes: “El espiritismo es una estafa de la peor calaña… Después de que mi hermana Katie y yo lo desmintamos, tengo la esperanza que el espiritismo reciba su definitivo golpe de gracia”.
LA MARAVILLOSA TABLA QUE “HABLA”
A mediados del siglo XIX, el espiritismo estaba en auge en Estados Unidos. Teatros y salones se rendían ante supuestos médiums capaces de contactar con el Más Allá y los seres fallecidos que lo habitaban. Entonces, la comunicación con los muertos era algo común. La Guerra de Secesión Americana (1861-1865), al igual que pasaría con la I Guerra Mundial años después, intensificó la necesidad de comunicación con el “Otro lado”.