Himmler pretendía crear una especie de «Academia Nórdica» cuya sede sería un castillo y donde sus guardias negros vivirían en una especie de retiro monástico que recordaba al de los jesuitas (a pesar de la animadversión que el propio Reichsführer manifestaba hacia estos). Aunque no se puede asegurar con certeza, parece ser que fue Karl Maria Wiligut quien llamó la atención del líder nazi sobre el enclave que se convertiría en centro de poder de la Orden Negra. Es posible que el «brujo» se inspirase en la antigua leyenda germánica de la «Batalla del abedul» –Schlacht am Birken baum–, una saga profética que señalaba que en la última batalla que se libraría en el futuro contra un «gran ejército eslavo del este» lo único que saldría indemne sería un castillo en Westfalia.
Himmler, que esperaba un gran conflicto entre Asia y Europa –en medio de una lucha atávica entre los germanos y las «razas inferiores»–, creyó aquella burda patraña y se entregó a la búsqueda de aquel bastión. Lo encontró en una montaña, en las ruinas de Wewelsburg, cerca de Paderborn, llamado así en recuerdo de Wewell von Büren, un despiadado caballero que se había erigido en centro de la resistencia sajona contra los hunos en la Edad Media; aquella fortaleza había sido reconstruida en el siglo XVII en forma triangular y, según algunos estudiosos, el creyó ver en ella