Partidos de fútbol en el prado a las tres de la tarde sin protección solar más allá de una gorra publicitaria, caídas recurrentes con la bicicleta sobre auténticas selvas de ortigas que dejaban el cuerpo para pocas tonterías, recolección de moras a 40 grados que desembocaban en lipotimias estomacales, baños en el río por la mañana, tarde, noche, madrugada… Muchos son los recuerdos de esos veranos donde los tres meses se estiraban hasta un infinito al que no perturbaban teléfonos móviles ni nada similar. Pero ningún recuerdo como ir por la mañana al horno del pueblo -entonces había dos-, coger una bolla de pan, regresar a casa, cortar- y ya está; uno no necesitaba más.
ANÁLISIS SECTORIAL / PANADERÍAS-CAFETERÍAS Franquicias que miran al futuro… con un ojo en la tradición
Feb 26, 2024
4 minutos
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