Mujer. Negra. Y gorda. Estas palabras, como sustantivos, o adjetivos, o hándicaps para referirse a un profesional, nos resultan hoy incómodas, malsonantes, nos violentan y escandalizan casi. ¿Cómo puede referirse alguien a Oprah Winfrey como aquella mujer, negra y gorda? Sin embargo, así es como la llamaban los productores de las cadenas rivales, los que pensaron que su programa de entrevistas llenaría el hueco de las amas de casa afroamericanas de mediana edad que eran un nicho de mercado. Pero aquella mujer negra y gorda cambió la historia de la televisión, como Rosa Parks cambió los derechos de los negros, Hattie McDaniel, la historia del cine y Aretha Franklin y Tina Turner, la de la música. No, las mujeres negras en el siglo XX no eran una minoría, no eran un nicho. Y Oprah Winfrey fue la más grande de todas ellas.
Su historia es como la de tantas (deletreo) consigue una beca que le permite ir a la universidad, a ella, a esa niña negra a la que le habían dicho que, como no se esmerara, acabaría fregando escaleras y no sirviendo en una buena casa. Oprah está en la universidad y empieza a trabajar en la televisión de Nashville convirtiéndose en la primera mujer afroamericana en presentar un noticiero. En 1976, cuando tenía 22 años, un contrato con una televisión de Baltimore le permite salir de su Sur natal, pero la echan porque sonaba demasiado emocional como reportera. Se queda devastada. Y la reubican en donde nadie quería estar, en el formato que era la antítesis del periodismo, que era para las clases más bajas y las amas de casa: el . Primero empieza con Richard Shen, un amo del mediocre formato, y en el 84 la cadena AM de Chicago la ficha para llenar ese nicho de mercado que suponían las mujeres negras de mediana edad para robarle algo de audiencia al rey de las mañanas de Illinois, Phil Donahue. Así fue cómo empezó la historia de amor de Oprah Winfrey con su audiencia, una audiencia que abarcó a mujeres y hombres, negros y blancos, ancianos y adolescentes, iletrados y universitarios, ricos y pobres. Durante 25 años, las mañanas fueron suyas.