Runner's World España

ENTRE REJAS

A FRANK RUONA NO LE IMPORTA QUÉ HICISTE. FRANK SE INTERESA POR LO QUE VAS A HACER AHORA.

CADA VIERNES Ycada dos lunes, este veterano del ejército estadounidense de 77 años llega a las puertas de la Prisión Estatal de San Quintín. Lleva una bandolera cubierta de dorsales, un gran reloj digital de cronometraje y la tarjeta beige que le da acceso a la prisión más antigua de California. Usa una gorra negra y una camiseta en la que pone “Club de las 1000 Millas”, con el logotipo de un zapato con alas. Es un hombre coherente. Una vez que él y un grupo variado de entrenadores voluntarios se han instalado en el patio de la prisión, con sus aparatos de gimnasia y su polvoriento campo de béisbol, rodeado de vallas metálicas y un muro de 10 m de altura intercalado con torres de vigilancia, entonces llegan los corredores. Todos ellos han cometido delitos graves y están pagando con largas penas de prisión. Se han comprometido con Frank a correr un total de mil millas (unos 1600 km) o más durante su estancia en San Quintín y, más concretamente, a aumentar su distancia a lo largo de un año hasta llegar a un maratón completo en noviembre. Son 105 vueltas al patio, seis giros en ángulo recto en cada vuelta, esquivando prisioneros que no participan. Correrán sabiendo que en cualquier momento puede sonar una alarma que les obligue a detenerse y sentarse donde están hasta que pase la emergencia.

“Frank se preocupa no por lo que dice, sino por lo que muestra”, afirma Rahsaan New York Thomas, de 52 años, que se unió al club mientras cumple una condena de 55 años. “Tratamos muchos problemas de abandono. Si estás en la cárcel, lo más probable es que uno de tus padres te haya abandonado. Cuando te encarcelan, la mayoría de tu familia y amigos te abandonan, así que tener a alguien que aparezca constantemente en tu vida es genial. Significa mucho”.

Frank, Rahsaan y otros dos presos, Tommy Wickerd, describe su existencia cotidiana en San Quintín y su camino hasta participar en el maratón, y en el caso de Markelle, mucho más allá. Con 51 años, salió en libertad condicional en marzo de 2019 tras 17 años y siete meses en prisión. Seis semanas después corrió el maratón de Boston en 3:03:52 h. Había cumplido con los estrictos requisitos de clasificación de la carrera al vencer a otros 12 reclusos en el maratón de San Quintín.

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