La pregunta, dijo recientemente el actor muy barbudo Jim Carrey en un programa de televisión, “no es por qué mi barba es tan grande, sino por qué sigo afeitándome los testículos”. El comentario provocó una gran carcajada, quizás de reconocimiento. Los hombres de la audiencia bien pudieron haberse preguntado: “¿Qué habría pensado mi padre del hecho de que ahora moldeo regularmente mi vello púbico?”.
Más que eso: según el único estudio a gran escala hasta la fecha, realizado por la empresa de investigación de mercado Mintel, aproximadamente el 46% de los hombres ahora se quitan al menos parte del vello de sus cuerpos (excluyendo la cara). Y, al parecer, cuanto más joven eres, más probable es que hayas adoptado esta rutina de cuidado personal: alrededor del 57% de los menores de 24 años se quitan al menos parte de su vello púbico. Sorprendentemente, el 42% se quitan el vello de las axilas.
Tampoco es que estemos ante algo novedoso: el vello corporal siempre ha tenido el potencial de ofender, de modo que incluso Clark Gable, la definición de la virilidad de Hollywood en las décadas de los 40 y los 50, se afeitaba las axilas y el pecho para complacer a los censores cinematográficos. Pero ¿qué explica el reciente aumento en la ‘kenificación’ –en referencia al compañero de plástico de Barbie– del cuerpo masculino? ¿Cómo es que la asociación entre vello corporal y masculinidad ha pasado en