Te levantas por la mañana y te duchas. Te preparas el café mientras, a la vez, organizas lo que se llevarán tus hijos de almuerzo en la mochila. Preparas sus desayunos. Continúas terminando el tuyo. Te llama uno de ellos para preguntarte dónde está su sudadera. El otro, que te acuerdes de comprarle por la tarde una cartulina. Si no tienes hijos, probablemente estés mirando el correo del trabajo en el móvil mientras terminas el café, para empezar con el estrés del trabajo antes incluso de llegar a la oficina. Sales pitando. Quizá más tarde de lo que habrías querido. Y empieza tu jornada laboral.
VIVIR CONTRARRELOJ
A lo largo del día, no sólo respondes a la entrada de , porque el WhatsApp se ha convertido en otra herramienta de trabajo más. Y de clientes y proveedores con el de los padres del cole preguntándote si tu hijo asistirá al cumple de Guille. "Juan se apunta", "Pedro también", "Cuenta con Pilar, gracias". Una hora sin mirar tu WhatsApp puede acumular fácilmente más de 50 mensajes de todo tipo sin leer. Sales del trabajo y te pasas a comprar la cartulina que te había pedido tu hijo; y llegas a casa y ayudas al otro con los deberes. Sí, todavía seguimos siendo nosotras las que nos encargamos principalmente de las tareas invisibles (o multitareas) que surgen a lo largo del día: desde llamar al técnico porque se ha estropeado la lavadora hasta hacer la compra. Y terminas el día agotada. Y un día tras otro sin descanso, abarcando más obligaciones de las que te gustaría asumir, te pasa factura. Del agotamiento puedes transitar a la ansiedad o frustración por no llegar a todo. Y sentirte triste. Si puedes permitirte ayuda en casa, la situación a veces tampoco mejora demasiado, porque cambias el tiempo dedicado a las tareas invisibles por más horas en la oficina. Y llegas a casa con el peso de la culpa por no haber dedicado más tiempo a tus hijos.