Nunca hasta ahora me he tomado el tiempo para contemplar cómo se crea una ola. Para desentrañar las fuerzas climáticas y gravitacionales que impulsan el agua salada por depresiones topográficas para que crezca, suba, forme un arco y, al final, se disipe en potentes arranques de espuma. Y esta falta de atención previa me parece un error crítico ahora que estoy de pie –con mi traje de neopreno puesto, sujetada con torpeza a una robusta tabla de softboard para principiantes– en una de las playas para surfear más famosas de Europa.
El instructor Francisco Romeiras, del Ericeira Surf Clube, señala las olas que rompen en la boca de Ribeira d'Ilhas, una sensacional playa con forma de anfiteatro junto a acantilados escarpados y dorados