La Plaza del Popolo, cuyo nombre se enreda en la nebulosa de la etimología, es un rincón romano que rebosa de historia y encanto. Desde las alturas del Pincio, una colina que se alza majestuosa, se contempla una vista impoluta de esta plaza y de la Ciudad Eterna que la rodea, con la cúpula celestial de San Pedro que corona el horizonte. No obstante, lo que agrega un toque de magia a este lugar es la sinfonía de jardines del Pincio, que se funden con el grandioso parque de Villa Borghese y nos guían, a paso tranquilo, hasta la Plaza de España.
En el corazón de la plaza reposa un obelisco egipcio de 24 metros de altura, dedicado al legendario Ramsés II, bautizado como el Obelisco Flaminio. Su historia se remonta al año 10 a.C., cuando presidía el majestuoso Circo Máximo. Sin embargo, en 1589, bajo el mandato de Sixto V, este coloso de piedra fue trasladado hasta la Plaza del Popolo. Antes de este impresionante evento, el Papa Gregorio XIII había dado