Durante la primera etapa del franquismo la gestión del patrimonio arqueológico español fue encomendada a la Comisaría General de Excavaciones Arqueológicas. Creada el 9 de marzo de 1939 por el Ministerio de Educación Nacional, sus principales funciones eran la administración, vigilancia técnica y elaboración de informes científicos de los yacimientos arqueológicos situados en territorio español. Al frente de la institución se nombró a Julio Martínez Santa-Olalla, que entonces ocupaba la cátedra de Historia del Arte de la Universidad de Santiago de Compostela.
Santa-Olalla había sido discípulo aventajado de Hugo Obermaier, prehistoriador y paleontólogo alemán que a principios del siglo xx había llegado a España para trabajar en las excavaciones que se estaban desarrollando es la cueva de El Castillo en Cantabria. Bajo la tutela del profesor Obermaier y sus sabios conocimientos, Santa-Olalla realizó su tesis doctoral para convertirse en profesor ayudante en la Universidad Central de Madrid. Al estallar la Primera Guerra Mundial, Obermaier fijó su residencia en España y en 1922 se creó para él la cátedra de Historia primitiva del hombre en la universidad madrileña, además de concederle plaza en la Academia de la Historia. Nacionalizado español en 1924, el estallido de la Guerra Civil en julio de 1936 sorprendió a Obermaier en Oslo como representante de España en el Congreso Internacional de Arqueología Histórica y Protohistoria. El prestigioso profesor tomó entonces la decisión de no regresar a Madrid
