Durante el verano y el otoño de 2018, Hasan Hakim Brown, un floridiano de cuarenta y pico, solicitó préstamos online para las compañías falsas y las identidades ficticias que había configurado. Tuvo un éxito desigual. Estafó en más de US$ 1 millón a un banco de Texas, pero algunas de sus otras víctimas, que usaban software de la startup SentiLink, con sede en San Francisco, marcaron sus solicitudes como sospechosas porque había demasiados números del seguro social asociados con la misma dirección. Resultó que Brown había empezado a fabricar “identidades sintéticas”: números del seguro social robados (pero reales) combinados con nombres ficticios. Más tarde refinó su técnica, con la compra de una plataforma de un consultor informático de Atlanta que le permitió manejar de manera simultánea varios escritorios virtuales de diferentes direcciones IP, por lo que pudo evadir cierta detección de fraudes.
Con la aparición del Covid-19 y la asignación por parte del Congreso de cientos de miles de millones en préstamos condonables para empresas en problemas, Brown estaba listo. Al final, de acuerdo con los registros de