“El mafioso tiene un atractivo eterno debido al glamour asociado con su estilo de vida”, explicó la historiadora de cine Jeanine Basinger, expresidenta del departamento de cine de la Wesleyan University. “Es el sombrero, los guantes, el traje, el abrigo color camel, los coches elegantes. Va a discotecas con mujeres hermosas y fuma buenos puros”.
Es cierto que, si revisamos un poco la imagen tanto ficticia como reales de los grandes hampones, todos nos vienen a la apuran pitillos, y no es hasta que el criminal empieza a subir en el escalafón de la familia y a incrementar sus ingresos cuando comienza a descubrir los placeres de un buen cigarro.