Todavía lo recuerdo. Y es que la imagen de Barack Obama y Shinzo Abe compartiendo barra en Sukiyabashi Jiro no se olvida fácilmente. Jiro se acercaba y se inclinaba con nigiris, Barack nos mostraba su sonrisa generosa, Abe replicaba al invitado con su aspecto no nipón. Sukiyabashi Jiro quedaría desde entonces incluido en la lista de esos restaurantes que ahora algunos denominan “mesas de poder”. Como Lhardy y Vía Veneto en España, como La tour d’argent en París, Au crocodile en Estrasburgo, Kronenhalle en Zurich o Spoon en la Tunicia de Ben Ali.
Guillaume Gómez –responsable de la cocina del Elíseo desde Chirac hasta Macron– lo argumenta de manera clara: “Si la política divide a los hombres, la buena mesa los reúne”. La gastronomía ha sido –y es– herramienta diplomática, símbolo de estatus, y ostentación del poderoso o , pero más