El género de la velocidad ha sido una prioridad para muchas compañías de videojuegos, que lo han abarcado de todas las maneras imaginables desde los tiempos de los salones recreativos. Antaño, era la prueba del algodón para demostrar las bondades visuales de las transiciones de hardware, pero, con el tiempo, ha ido perdiendo algo de fuelle y hasta se podría decir que está un poco vilipendiado. No se hacen tantos juegos de velocidad como en el pasado, y nadie espera que los que se crean estén entre los candidatos a mejor juego del año. De hecho, en los Game Awards, por ejemplo, ni siquiera hay una categoría propia que los englobe, sino que forman parte de un batiburrillo que los equipara a juegos deportivos con los que, en el fondo, tienen poco que ver, especialmente si hablamos de interpretaciones que se desmarcan de licencias o apuestan por conceptos eclécticos.
Sin embargo, la velocidad, especialmente en su vertiente de carreras de coches, sigue siendo hoy una prioridad para muchas compañías. Lo es, por supuesto, para Codemasters, quizá su mayor representante histórica (con permiso de Sega, ya casi retirada de esa competición), pero lo es también para las tres fabricantes de consolas de la actualidad. Ahí están Sony, con , y Nintendo, con . Quién nos iba a decir que el título más vendido de Switch sería una remasterización de un juego de 2014…. Por eso, ahora que la saga está a punto de salir de nuevo a pista, con el estreno de en Series X-S y PC el 10 de octubre, es un buen momento para mirar por el retrovisor y recordar cuánta gasolina ha pasado por las sucesivas consolas de la compañía de Redmond.
