Tras la cosecha brillante de cine de los años setenta, la década siguiente tuvo como una de sus características más significativas la llegada a la cartelera de un relevo de estrellas en el cine de acción que reinaron con trepidación en el cine de ocio y evasión de los ochenta.
Al repasar esa etapa me he marcado como objetivo refrescar la memoria del lector, o llamar su atención por primera vez si no las conoce, sobre sobre 17 títulos que –con alguna excepción puntual, como por ejemplo Arma letal en el caso de Mel Gibson–, no se cuentan entre los más taquilleros o populares de los astros de esa etapa y no obstante pienso que tuvieron un papel destacado en la carrera de sus protagonistas.
Esta selección se completa con la película Cobra, el brazo fuerte de la ley, que ocupa nuestro espacio destinado al cartel a página de la revista. Mi intención es reivindicar las características menos luminosas y brillantes, más oportunistas y descaradas, del cine de explotación pura y dura que marcó una manera de entender estos productos audiovisuales de ocio y evasión ochenteros. Películas que como punto de partida no aspiraban a ser más que mero entretenimiento y eran perfectamente conscientes de sus limitaciones y calidad irregular, pero desde esa base articulaban narrativas sencillas, a veces incluso excesivamente simples, para propiciar la exhibición de sus protagonistas explotando sus más carismáticas habilidades de manera casi inocente y sin filtro. Esas características sirvieron a su vez como punto de arranque en los posteriores intentos de imitación en los años noventa, la mayoría de los cuales adolecía de la falta de ingenuidad, novedad, sorpresa y descaro que exhibían sus predecesoras protagonistas de este artículo.
En ese intento por destilar la verdadera esencia del cine de los ochenta en sus formas más básicas y a veces disparatadas e incluso fallidas, he optado por dejar aparcados algunos títulos que la mayoría de los lectores podrían echar de menos si estuviéramos pensando en producciones de más calidad, lo cual no es el caso.
Me refiero a películas como el brillante debut del cine de acción ochentero cruzado con ciencia ficción y neowéstern que fue 1997: rescate en Nueva York (1981), Rambo 2: acorralado parte II (1985) y Rambo 3 (1988) de Stallone, la saga de Desaparecido en combate (1984), Invasión USA (1985) o Delta Force (1986) de Chuck Norris, el clásico Jungla de cristal (1988) de Bruce Willis, así como Depredador (1987), Commando (1985), Conan, el bárbaro (1982) o Terminator (1984) de Arnold Schwarzenegger, entre otras que sin duda acudirán a la memoria del lector. Todas ellas han tenido ya numerosas apariciones relativamente recientes en las fichas de la revista ACCIÓN, tanto en las entregas de “Cartelmanía” como en selecciones derivadas de coleccionable como el cine bélico, y he preferido no repetir en lo posible los mismos títulos, principalmente porque por otra parte, estas y otras películas más taquilleras y populares que están en la mente de todos, quien esto escribe incluido, y sin duda son referentes para el cine de acción de los ochenta y sus estrellas, se apartan de las intenciones de esta selección, que persigue definir la verdadera esencia de ese cine de acción como producto de explotación, frecuentemente con poco presupuesto y totalmente desinhibido e incluso inocentemente orgulloso de sus carencias y vulnerabilidades. Este es, por tanto, un viaje de regreso a las raíces del puro vehículo de explotación para pasar el rato, que no obstante guarda en su catálogo de viscerales estímulos algunas interesantes o divertidas sorpresas.
De paso, espero rescatar algunos títulos y actores menos previsibles, visitando esa otra casta de cine de explotación en algunos casos quizá más casposa y cutre, pero que en mi opinión es perfectamente reivindicable como títulos de culto.
CARTEL-MANÍA EL OTRO CINE DE ACCIÓN DE LOS AÑOS 80
GOLPE POR GOLPE
An Eye For An Eye
1981; EE UU; Color; Director: Steve Carver; Guion: James Bruner, William Gray; Música: William Goldstein; Fotografía: Roger Shearman; Intérpretes: Chuck Norris, Christopher Lee, Richard Roundtree, Matt Clark, Mako, Maggie Cooper, Rosalind Chao, Profesor Toru Tanaka; Duración: 105 minutos.
Motivo para estar aquí: fue la primera película en la que el cine se planteó seriamente explotar el potencial como protagonista de Chuck Norris metiendo algo más de dinero en el asunto del que habían invertido en sus anteriores largometrajes. Frente a sus predecesoras en la filmografía del actor, especialmente Los valientes visten de negro (1978), Fuerza 7 (1979) y Duelo final (1980), presenta todas las características de un pico en la filmografía que respondía a un intento de reforzamiento de Norris como nueva estrella del cine de acción de cara a la nueva década, con un presupuesto de casi cuatro millones de dólares y un respaldo de reparto que proponía la alianza de una institución del cine de terror británico de la Hammer Film como era Christopher “Drácula” Lee en el papel de villano y el astro del cine de blaxploitation de los años setenta Richard “Shaft” Roundtree con rutinas argumentales del ciclo de rebeldes justicieros enfrentados al sistema interpretados por estrellas del cine de acción los años setenta como Clint “Harry el Sucio” Eastwood y Charles Bronson, con un protagonista, Sean Kane, que es obligado a dimitir de la División de Narcóticos del Departamento de Policía de San Francisco tras obsesionarse con la persecución del criminal responsable de la muerte de su compañero.
La película introducía las artes marciales como elemento base de las secuencias de acción derivado de las habilidades de su protagonista, fusionadas con pinceladas y personajes más propios del cómic, como el antagonista interpretado por el profesor Toru Tanaka, un clásico villano secundario en el cine de acción de los ochenta al que reencontramos como luchador de sumo en otro título de esta selección, La venganza del ninja (1983), como Lao en Desaparecido en combate 2 (1985), o dando vida al temible Subzero en Perseguido (1987) conArnoldSchwarzenegger. M.J.P.
LA VENGANZA DEL NINJA
Revenge of the Ninja
1983; EE UU; Color; Director: Sam Firstenberg; Guion: James Silke; Música: W. Michael Lewis, Laurin Rinder, Robert J. Walsh; Fotografía: David Gurfinkel; Intérpretes: Shô Kosugi, Keith Vitali, Virgin Frye, Arthur Roberts, Mario Gallo, Grace Oshita, Ashley Ferrare, Kane Kosugi; Duración: 90 minutos.
“Cuatrocientos años de formación en el arte de la muerte súbita… desatados en la América del siglo XX”. Eso es lo que prometía la frase promocional de esta película, una de las más representativas de unos personajes y argumentos que consiguieron abrirse hueco y encontrar su propio nicho de explotación en el cine de acción ochentero: los ninjas.
Esta especie de subgénero tenía sus raíces históricas en la historia de Japón y de hecho había sido explotado en aquel país en los años cincuenta y con especial apogeo en los años sesenta en un ciclo de películas agrupado que tomaba como referencia a una figura histórica del periodo Sengoku, el señor feudal Oda Nobunaga. Tocado por ciertas connotaciones políticas relacionadas con el momento que vivía Japón en esas fechas, el subgénero de acción quedó especialmente bien expresado en la película (1962), de Satsuya Yamamoto, y encontró una actualización a finales de la década de los setenta en el largometraje (1980), de Eichi Kado.
