Sentirse un hijo odiado debió forjar a fuego su carácter hasta el punto de que su vida fue una prueba permanente de la que salió airoso. Fuerte y decidido, el rey Jaime I recibió el apelativo de «El Conquistador» por razones de peso: logró muchas conquistas sobre los enemigos de la Corona de Aragón y presumió de elevadas dotes intelectuales. Sus gestas contribuyeron a mover las fronteras, dejando un enorme legado que perdura hasta nuestros días. Ante el temor de la llegada de un apocalipsis cátaro, considerado como herejía en el siglo xiii, se lanzó a un largo peregrinaje que le llevó a extender el cristianismo por toda la península ibérica.
Si la mayoría de reyes de la época tuvieron un liderazgo más bien personalista, el de Jaime I se caracterizó por la determinación. Le distinguió, en la práctica, el hábito de estar en el momento adecuado en el sitio preciso. Pero su infancia, difícil, no fue la más deseada para un niño de sangre real, aunque la vivió sin demasiado rencor. De hecho, calificaba a su padre Pedro II de «cortés» y «afable», aunque «dadivoso». Apenas tuvieron contacto, ya que murió durante la batalla de Muret, en 1213, cuando él tenía tan solo cinco años. Este fue un acontecimiento que provocó que el reino de Aragón se