Desde que, en la tercera jornada de la 80. Mostra de Venecia, implosionó en las pantallas del festival, dejando a su paso una meteórica estela de irreverencia y transgresión, quedó claro que el destino del certamen no podía ser otro que la entrega del León de Oro al cineasta griego Yorgos Lanthimos. Así, el jurado presidido por Damien Chazelle solo tuvo que confirmar lo evidente, quecon su crónica de la liberación sexual y la emancipación personal de la mujer en la Europa de
