omo tantos otros grandes hallazgos en la historia, Ciudad Perdida durmió oculta durante cinco siglos. Recostada en la vertiente norte de la Sierra Nevada de Santa Marta, entre el mar Caribe y las zonas intermedias de la montaña costera más alta del planeta, los conquistadores se encontraron, a comienzos del siglo xvi, unas tierras pobladas por naciones de nativos que no supieron interpretar. El cronista Juan de Castellanos se refirió a ellos en sus elegías como “tairos”, aunque, más tarde, los diferentes exploradores fueron averiguando que aquella cultura, que pobló la costa norte de Colombia y que ha llegado hasta nosotros con el nombre de tayrona, era un puzle de pueblos indígenas emparentados entre sí, pero independientes. Ese complejo cultural, extinguido solo un siglo después de la llegada de los europeos debido a guerras y enfermedades, se refleja hoy en las ruinas arqueológicas desperdigadas en las vertientes
