PARA ENTENDER ESTE NUEVO ROCE ENTRE AMBAS POTENCIAS, HAY QUE EMPEZAR EN EL REINADO DEL REY CARLOS III. En 1761 llegaron informaciones a Madrid de que alguien inesperado quería establecerse, y al parecer ya lo estaba haciendo, en el noroeste de América, en un territorio que le correspondería al Imperio español, aunque no se hubiera tomado posesión formal de él. Se trataba del Imperio ruso, gobernado entonces por una monarca excepcional, la emperatriz Catalina la Grande.
Para mediados del siglo XVII, Rusia había conseguido expandirse hasta el océano Pacífico. Era cuestión de tiempo que los primeros navegantes rusos se embarcaran para cruzar el océano y llegar hasta América. Así ocurrió a lo largo de la primera mitad del siglo XVIII, cuando empezaron los primeros contactos comerciales con los habitantes de