LA VERDAD ES QUE HABÍA SIDO UNA DURA JORNADA DE TRABAJO, LA SITUACIÓN POLÍTICA ERA EXTREMA-DAMENTE DELICADA EN AQUELLOS MOMENTOS, Y EN EL CONGRESO SE HABÍA VOTADO LA APROBACIÓN DEL PRE-SUPUESTO DE LA CASA REAL.
Era preciso dejar todo bien atado ante la inminente llegada del nuevo monarca: estaba previsto que tres días después desembarcase en Cartagena el rey Caballero, Amadeo I de Saboya. La elección del nuevo monarca, hijo del rey Víctor Manuel de Italia y adalid de la causa liberal, habría granjeado un sinfín de enemigos a Juan Prim.
Tras la sesión en el Congreso, y después de despachar algunos asuntos que no podían posponerse, Prim salió por la puerta de la calle Floridablanca. Se despidió de , jefe del partido progresista, y subió al coche acompañado por dos asistentes, y el general Moya. El primero ocupó el asiento de la derecha, el lugar habitual donde se colocaba el presidente, y el segundo enfrente, en la parte de la ventana. Eran la siete de la tarde y la visibilidad en la capital de España era muy mala, llevaba todo el día nevando y el alumbrado público