El acoso a Lily Allen empezó de forma digital, con varios tweets amenazantes, pero el abusador acabó colándose en su casa y a la cantante británica le costó recibir protección. Ni las leyes ni la sociedad parecen preparadas para afrontar una violencia cada vez más sofisticada. Lo último es el stalkerware, una forma de espionaje difícil de detectar y un duro modo de control virtual.
ALaura (nombre ficticio), su expareja la espió durante casi tres años., el uso de software espía que alguien instala en el dispositivo de otra persona -ya sea computadora, celular o para vigilar sus movimientos. Desesperada, Laura decidió pedir ayuda a la Asociación Stop! Violencia de Género Digital: “Me pusieron en contacto con un policía local que había recibido formación específica para esta clase de delitos. Me sentí muy acom pañada y apoyada en todo momento”, cuenta, pero reconoce que haber sido acosada y controlada tanto tiempo le ha dejado secuelas: “Ya no tengo redes sociales y prefiero la comuni-cación telefónica o presencial a la digital. Psicológicamente, aún me estoy recuperando”.