@Rafaikkonen
Hace unas semanas, Warner Bros sacó de su varita mágica particular Hogwarts Legacy, una soberbia adaptación del universo de Harry Potter, y eso nos ha motivado a recordar otras traslaciones de sagas literarias al ámbito del videojuego. Es algo que lleva haciéndose desde que el mundo es mundo, pero, como casi todo en esta industria, los trasvases han ido siendo cada vez más ambiciosos y cautivadores.
A nadie se le escapa que mucha gente suele mostrar enormes (e injustificadas) reticencias a un hábito tan saludable como el de la lectura, por mucho que las leyes educativas y los planes de estudio hayan tratado de impulsarlo a lo largo del tiempo. Aquel dicho de que la letra, con sangre entra, se podría aplicar a esta cuestión, pues es bien sabida la aversión de niños y no tan niños a asumir el esfuerzo de coger un libro y dedicarle horas para extraer de él el conocimiento y la diversión que pueda contener. Y másliterarios se volvieran muy populares entre todo tipo de públicos. Al fin y al cabo, tanto el cine como la televisión y los videojuegos se han apoyado a menudo en sagas nacidas con huesos de blanco papel y sangre de negra tinta. En el caso de nuestra querida industria, por tanto, cabría decir que, con lo que entra la letra, es con videojuegos. Y eso es un pensamiento alentador, que diría Gandalf, pues la sinergia entre dos productos culturales (otro día, podemos hablar de los sarpullidos que les sigue causando a algunos la categorización de los videojuegos como tal) tan diferentes sólo puede traer bondades. En una dirección, las desarrolladoras de videojuegos se benefician de unos mundos ya existentes; en la otra, los autores y las editoriales ven cómo sus libros, incluso los menos conocidos, pasan a despertar un gran interés. Todo el mundo sale ganando, especialmente los consumidores.