A este sello no le tembló el pulso a la hora de convertir éxitos recreativos a cualquier tipo de hardware doméstico: que salieran bien o mal ya le importaba un poco menos
La historia de los videojuegos no debe limitarse a juegos míticos, o . La calidad de cada port dependía del talento de los programadores y grafistas encargados de la tarea, lo que convertía la compra de un juego en una verdadera lotería, incluso tras leer la crítica correspondiente en la Micromanía, porque la versión de ZX Spectrum podía ser muy meritoria, dadas las limitaciones del ordenador de Sinclair, pero, luego, comprabas el port de Amstrad y se te caía el alma al suelo. Pero daba igual: ya habías comprado el juego, y volverías a picar la siguiente vez, llevado por la obsesión de jugar en casa al último bombazo recreativo de Capcom o Sega.