‘El increíble hombre menguante’ (J. Arnold, 1957)
BIENVENIDO A LILIPUT
El novelista Richard Matheson (Soy leyenda) guionizaba su propia novela El increíble hombre menguante que el director Jack Arnold, célebre realizador de films de ciencia ficción de bajo presupuesto, convirtió en un clásico del fantástico. El auge que en esa década vivió el pánico nuclear contagió a todos los géneros cinematográficos, pero de manera natural al terror, que rentabilizó el miedo a lo desconocido con propuestas tan extraordinarias como esta en la que un hombre (Grant Williams), expuesto a los efectos de una niebla radiactiva, es víctima de una alteración de las leyes de la física hasta el punto de verse reducido progresivamente a un tamaño diez veces inferior al normal (una talla de 18 centímetros). El confuso protagonista tendrá que superar no sólo problemas fisiológicos sino alucinantes combates cuerpo a cuerpo para sobrevivir. Un incunable del género, considerado tesoro cultural, histórico y estético por la Biblioteca del Congreso de los Estados Unidos y seleccionado para su conservación en el Registro Nacional de Películas.
‘¿Teléfono rojo? Volamos hacia Moscú’ (S. Kubrick, 1964)
¿QUÉ ME PASA, DOCTOR?
Stanley Kubrick canalizó el miedo atómico de los años 60 en esta comedia cáustica y negrísima, dijo en su día. Un choque de absurdos en el que el Peter Sellers más desatado (y por partida triple) nos parece un prodigio de cordura ante la insensatez del MAD, el acrónimo bajo el que se esconde la destrucción mutua asegurada, el único final posible al enfrentamiento nuclear de las dos superpotencias. Rodada en Inglaterra por los problemas maritales de Sellers, con George C. Scott y el regreso de Sterling Hayden a la pantalla tras un lustro alejado de ella, así como con un diseño de producción de Peter George, para psicoanalizar un tiempo y una sociedad que, pese a temerla, acabaría riéndose con la bomba.