En un baile de Estado de 1820, el rey de Inglaterra realizó un descubrimiento que cambiaría su vida. Jorge IV, de por entonces 58 años, encontró su fragancia favorita en el cuello de una princesa. “La historia de cómo dio con ella es algo romántica”, detalla el escritor británico Charles J. S. Thompson en su libro The Mystery and Lure of Perfume (1927). “Sucedió por casualidad cuando, bailando con la hermosa princesa Esterhazy, percibió un perfume encantador que de inmediato atrajo su atención. Al interrogarla, la princesa le informó de una esencia particular que estaba usando y que luego se convertiría en el perfume predilecto del rey”.
Thompson, lamentablemente,de rosa, por ejemplo, constituyó el emblema olfativo del rey Enrique VIII y lo acompañaba en eventos públicos y privados.