El martes 1 de octubre de 1912, The New York Times publicó un artículo curioso: “Perfume ahora inyectado: la última moda en París. La piel se satura de aroma”, lo tituló. En él se contaba con estupor la más reciente costumbre de la bohemia parisina: inyecciones de fragancias mediante jeringas hipodérmicas. En el imaginario, la mujer con el perfume dentro de su piel perfumaba el espacio que la rodeaba.
Las noticias de estas prácticas resultaban escandalosas para los lectores estadounidenses de comienzos del siglo XX, aunque no del todo extrañas. El acto de introducir un líquido perfumado en el cuerpo era visto como una continuación de otras modas consideradas tan europeas