Cuando Justiniano subió al trono del Imperio bizantino tenía formulados los principios de su política de Renouatio Imperii, que, entre otros aspectos, consistía en el restablecimiento del poder imperial en todos los territorios de los que había desaparecido. La península ibérica entraba, en consecuencia, entre los territorios que Justiniano podía recuperar para el Imperio.
Aunque la primera ocasión en que visigodos y bizantinos tuvieron un enfrentamiento fue en los años cuarenta del siglo vi —cuando se disputaron la soberanía de Septem (Ceuta)—, no fue hasta el año 552 cuando las tropas bizantinas pusieron pie en la península ibérica.
Según Jordanes, un autor contemporáneo a los hechos, Justiniano fue «invitado» a entrar en el reino visigodo: Atanagildo, pretendiente al trono visigodo, solicitó la ayuda militar del Imperio para acabar con el gobierno del rey Agila. Justiniano accedió a la misma, posiblemente obteniendo como contrapartida la cesión de algunos territorios peninsulares meridionales. Sin embargo, el emperador debió conquistar más territorios de lo que se habría acordado como contrapartida por la colaboración solicitada, que, además, no debió ser en la medida en la que hubiera querido Atanagildo. Se considera que, durante los primeros años