Alo largo del siglo xvi, la dinastía Tudor comienza a erigir un gran imperio naval en Inglaterra. Enrique VIII y su hija Isabel I son los artífices de una novedosa política de construcción naviera cuyo impulso dará paso a una nueva generación de marinos. De este modo, con el respaldo de la patente de corso otorgado por la reina, nombres como Walter Raleigh, Francis Drake o su primo segundo, John Hawkins (1532-1595), padre de nuestro protagonista, se convertirían en la pesadilla de sus oponentes.
Después del ataque de la Gran Armada de Felipe II contra Inglaterra, en 1588, ambas potencias se encontraban en guerra por el mantenimiento de sus dominios. Solo un año más tarde, los súbditos de Isabel I respondieron con la denominada Contra Armada, que supuso una de las mayores catástrofes navales de la historia de Inglaterra. Los enfrentamientos se sucedían, y los corsarios de “su graciosa majestad” no perdían ninguna