unque los discípulos y seguidores de Jesús se contaron por cientos, e incluso por miles, la palabra «apóstol » requiere de unos menesteres especiales que únicamente una pequeña élite). El segundo es haber sido llamado por el mismísimo Jesucristo a propagar el mensaje de salvación y la llegada del reino de los cielos: «Y estableció doce para que estuvieran con él y enviarlos a predicar» (). Recordemos que, según los evangelios, todos los apóstoles tuvieron que dejar sus oficios anteriores para convertirse en «pescadores de hombres». El tercero es que el apostolado sea socorrido por señales, milagros y prodigios como sanar enfermedades, expulsar demonios o hablar en lenguas: «Entonces, llamando a sus doce discípulos, les dio autoridad sobre los espíritus inmundos, para expulsarlos, así como para sanar toda dolencia» (). Y el cuarto y último es saberse revestidos por los siete dones del Espíritu Santo (). A saber: sabiduría para distinguir entre lo que viene de Dios y lo que no; inteligencia para comprender las verdades que se nos presentan en nuestro día a día; consejo para orientar tanto nuestras vidas como las de nuestros seres queridos en el camino recto; fortaleza para no caer en las trampas de la oscuridad; ciencia para estar en comunión con los pensamientos de Dios; piedad para dar incluso la vida por los demás; y temor de Dios para no caer en las tentaciones del Maligno.
