Enero fue el mes de los tanques para los medios de comunicación que cubrían la invasión de Ucrania. El motivo era que los rusos se hacían cada vez más fuertes en sus posiciones, y Volodímir Zelenski necesitaba carros blindados mucho más modernos para romper un frente que se estaba estabilizando en su contra. Sospechaba, con buenos motivos, que Putin consolidaría rápidamente lo ganado para lanzar después un ataque abrumador con todo lo que tuviera en los arsenales. Los inviernos crudos suelen favorecer al ejército del país invadido, porque conoce mejor el territorio y está más acostumbrado a ellos, pero ¿qué ocurriría en primavera?
Fue este marco el que llevó a malinterpretar el papel de los nuevos tanques que EE. UU., Alemania o España le cederían a Zelenski. Para empezar, no siempre se apreció el enorme valor simbólico del gesto: la OTAN y la UE estaban aceptando una escalada que