L'EXPOSITION
Se ve otro país. ¿Mejor? ¿Peor? Al menos más sofisticado, hecho de ideas que, antes que seguir el sentido común de una sociedad timorata, la empujaban a ir más allá de los límites aunque fuera en el acto básico de la economía de mercado: vender. Pero vender, y lo hemos visto en las siete temporadas y media de , puede ser un mecanismo muy complejo. Por supuesto que aquellos que dieron con la iconografía no consagrada por el sistema del arte en los 60 y 70 evitan que sus diseños se consideren “arte” siguiendo la escuela, aunque un Leonardo del litoral como Edgardo Giménez cree, con su blanca desfachatez que todo es lo mismo. Que sus retratos pop de la segunda mitad de los 60 no están ni por debajo ni por encima de lo que se guardó en los depósitos de los museos como “arte”, diferenciado de aquello otro caracterizado como “diseño”. En la segunda década del siglo XXI, la indiferenciación es la clave. Qué decir de la serie de la compañía Austral realizada por Havas, Molina y Cía. Rastros de carmín de pop art y ficciones breves (el caso de la familia casi marciana, el caso de la sobrina del sombrero casi colorado). ¿Por qué no se puede pensar en esas piezas de publicidad, cuya función es comunicar, como arte si una parte importante del arte contemporáneo ni siquiera comunica su misterio refugiada en una hermenéutica de pensionado?