En el último siglo, la incursión de las nuevas tecnologías (televisión, videojuegos, internet, telefonía móvil, redes sociales…) ha modificado de manera drástica las pautas de nuestro de comportamiento. Hoy, nuestra manera de relacionarnos no tiene nada que ver con la que mantenían los hombres y mujeres que vivieron antes de la mitad del siglo XX. La carta de puño y letra que el soldado en trinchera enviaba a su amada ha sido sustituida por el menos romántico whatsapp, donde abundan las abreviaturas y las faltas de ortografía, pero, eso sí, incluye simpáticos emoticonos.
Sin embargo, las aplicaciones de telefonía móvil, inicialmente concebidas como un medio para facilitar las relaciones sociales, se han convertido en un fin en sí mismo: es frecuente ver grupos –mayoritariamente de jóvenes o adolescentes– que apenas intercambian palabras, aislándose en las pantallas de sus smartphones (es lo que se conoce como phubbing o “ningufoneo”). Un estudio publicado en 2016 a través de la web rastreator constata que la generación millennial –los nacidos a partir de 1990– pasa casi siete horas diarias (poco menos que lo que dedicamos al sueño) utilizando alguna aplicación móvil. Esto significa que una persona de esta generación que alcance una edad de 84 años habrá pasado nada menos que 25 años delante de un teléfono móvil.
Según un reciente estudio, la GENERACIÓN MILLENNIAL pasa casi siete horas diarias utilizando alguna aplicación móvil.
Paralelamente a esta inmersión en la burbuja de las nuevas tecnologías –que podríamos bautizar como una especie de “Matrix”–, los psicólogos han puesto la voz de