VIERNES TARDE en la zona de Los Ángeles que en los mapas se denomina Elysian Valley, y que todos los demás llaman Frogtown. En el exterior de un campo de fútbol en la orilla oeste del río que da nombre a la famosa urbe está Wes Bentley jugando al fútbol como broche deportivo a un día más.
El sol se esconde tras los edificios del otro lado de la calle, y el viento sopla más frío. Bentley acaba de hacerse cien fotos en el césped, chutando el balón para la cámara mientras bromea sobre la velocidad y agilidad que ha ido perdiendo a los 44 años. Ahora nos está hablando de fútbol, porque es una forma de entrar en la historia de toda su vida: empezando por el equipo escolar que formó cuando era un adolescente de Arkansas que se había enamorado de este deporte durante el Mundial de 1994. Comenzó siendo uno de los peores en el campo (un “campo de porquería”, dice, en el que si te resbalabas y golpeabas el césped, te advertían de que te lavaras de inmediato para evitar infecciones) y pasó seis o siete años esforzándose para jugar cada vez mejor.
Pero aparte de su pasión por el fútbol, Bentley se dedicó muy pronto a la interpretación y se convirtió brevemente en uno de los actores jóvenes más populares del país gracias a su trabajo en una película de 1999 titulada American Beauty. Después, con la misma rapidez, desapareció del radar y su carrera se paralizó, hasta caer en la drogadicción y en el tipo de papeles que se aceptan cuando la única preocupación es pagar la droga. Y así pasaron aproximadamente diez años de la vida de Bentley.
Pero hoy está despejado y sonriente, con un poco de barba desaliñada que atenúa la expresión intensa de su rostro, un colgante de oro de la Virgen María alrededor del cuello,una serie de televisión muy popular en EEUU (y que en España se puede ver online a través de la plataforma de streaming SkyShowtime). Todo esto se lo agradece, dice, a su mujer y a sus dos hijos, aunque también se lo debe al fútbol, que le ofreció algo en lo que volcarse, una forma de hacer un uso positivo de toda la energía, y el deseo que antes ponía en consumir drogas y en colocarse.
