Larry Fink, el CEO –máximo responsable– y fundador del fondo de inversión BlackRock se licenció en Ciencias Políticas en 1974 y completó su formación académica con un grado en Administración de Empresas también en la Universidad de California (UCLA), que era el título que le faltaba para conseguir esa mezcla perfecta que constituye la esencia del poder: política y dinero. A partir de ahí, si cuentas con amigos poderosos como mentores y/o padrinos, todo irá sobre ruedas. Tan solo hará falta despojarse de escrúpulos (si es que alguna vez se tuvieron), de conciencia y de remordimientos, y aguardar a que llegue la ocasión para asestar el primer golpe.
A finales de los años setenta del siglo pasado, Larry Fink ya sabía cuál sería su destino. Se había dado cuenta de que el mundo de las finanzas era el motor de Occidente –lo que marcaba la dirección del mundo «desarrollado»–, por lo que decidió meterse de lleno en él y comenzar a actuar. En 1980 ya era director del banco de inversión estadounidense First Boston, convirtiéndose en una figura clave para la creación de activos basados en hipotecas, ya que constituyó un departamento dedicado exclusivamente a opciones y futuros… Estoy segura de que a mis lectores estas palabras les resultan familiares: opciones, futuros, bienes raíces, hipotecas subprime, activos tóxicos…
Sí, hablamos de riesgo y de productos de inversión (el «juego sucio» del capitalismo), que a la postre siempre generan «burbujas» que, cuando estallan, dan lugar a crisis económicas tan graves como la que padecimos en 2008, que provocó el cierre de miles de compañías y la ruina –y la desesperación– de millones de personas. Eso sí, a los dioses nunca les afectan, ya que continuaron comiendo y bebiendo –con mayores festejos aún– para celebrar el incremento de sus cuentas bancarias mientras nos robaban las nuestras.
BlackRock, la empresa que Larry Fink fundó en 1988