Una parte importante del mito que rodea a Naomi Campbell –supermodelo, activista, icono de la moda, exaltada ocasional– reside en su historia de origen. Probablemente ya la conozca, pero recapitulemos: Campbell, una colegiala de 15 años procedente de las poco llamativas calles del barrio londinense de Streatham, fue descubierta por un cazatalentos de modelos mientras miraba escaparates en el West End de Londres. Es una historia muy distinta a la de la mayoría de las modelos actuales de éxito, que parecen haber sido descubiertas a través de Instagram o por sus padres famosos. «Literalmente, todo el mundo me ha pedido que escriba un libro», me dice mientras se acomoda en un sofá de un céntrico hotel europeo. La perspectiva de unas memorias de Campbell es tentadora –te preguntas cuál sería su versión de los muchos titulares sensacionalistas que se han escrito sobre ella–, pero hasta ahora se ha resistido. «Pero eso lleva mucho tiempo», explica, y además no quiere recurrir a que alguien se lo escriba y ella solo ponga su nombre. Prefiere contar su historia ella misma.
Campbell es el viejo Hollywood, y se desenvuelve con la seguridad en sí misma de alguien que ha disfrutado de la fama antes de los años noventa; es decir, de la auténtica celebridad. No trafica con la política de relaciones ni con la estudiada humildad que parece ser