En los tiempos de la posverdad (donde se mezclan datos ciertos con falsos para desinformar) que hoy gozan de cabal salud, mantener el rigor informativo a la luz de los principios éticos generalmente aceptados se vuelve todo un reto. En este contexto, Proceso se ha visto envuelto en parte de la discusión pública y, por ello, se difunden verdades a medias y mentiras completas que merecen ser esclarecidas.
Veamos.
Primero. De entrada, queda claro que tiene una marca distintiva, razón por la cual es objeto de discusión. En efecto, sería absurdo que, si careciera de impacto en la formación de la opinión pública, hubiera quien. Y hacer esta labor de cómo el medio afronta los retos tecnológicos y de fuentes de financiamiento no es, por supuesto, una tarea inadecuada o incorrecta en sí misma.