Si durante los felices años veinte y primeros treinta hubo una cinematografía capaz de rivalizar exitosamente con Hollywood, esa fue la alemana. No solo contaba con grandes productoras, como la UFA y su amplia red de distribución; también con un magnífico panel de profesionales capaces de realizar grandes películas: Nosferatu (1922), Metrópolis (1926), El ángel azul (1930)… Con la llegada de los nacionalsocialistas al poder, todo esto cambió, si bien menos de lo que suele aducirse.
La intransigencia y el fanatismo de los nazis hicieron que algunas de sus figuras más importantes abandonaran Alemania. Fue el caso de Fritz Lang, Marlene Dietrich, Billy Wilder o Peter Lorre, aunque algunos regresaron poco después, como Wilhelm Pabst. Sin embargo, la gran mayoría de profesionales, como la guionista Thea von Harbou, el oscarizado actor Emil Jannings, la actriz Lil Dagover o el director Luis Trenker, optaron por quedarse, y otros acudieron desde distintos países en