Al igual que a veces pasa con el color de nuestros ojos, nuestra estatura e, incluso, algunos rasgos de carácter, el primer Chi con el que nacemos lo heredamos de nuestros padres. A lo largo de nuestras vidas, lo enriquecemos, adquiriendo energía de nuestro entorno. Por ejemplo, de las bebidas que tomamos o del aire que respiramos.
Una danza de energías
Pero también las emociones que sientes, los pensamientos que te acompañan y tu estilo de vida, afectan a la condición de tu Chi